Los editores piden al Llull conocer los actos de Francfort donde participan
Las discretas chinitas que se vienen lanzando los editores catalanes y el Instituto Ramon Llull (IRL) vivieron ayer otro tragicómico episodio con el supuesto envío de una carta del presidente del Gremio de Editores de Cataluña, Antoni Comas, al director del Institut Ramon Llull, Josep Bargalló, en la que solicita el calendario del programa oficial que el organismo ha diseñado para la Feria de Francfort y poder fijar así los actos en los que se requerirá la presencia institucional del gremio, en un evento que arranca dentro de tres semanas. Un portavoz del Llull aseguró a última hora de la tarde que no habían recibido la misiva.
A media mañana saltó la supuesta existencia de una dura carta de Comas a Bargalló en la que se denunciaría el disgusto de los editores al considerarse marginados de la organización del evento. La noticia había sido avanzada en el espacio Els matins de TV-3, al que Comas prevé acudir hoy.
El revuelo que levantó la noticia (que Comas se negó ayer a comentar) quizá afectó en el último momento al contenido final de la carta porque, si bien el gremio no quiso desvelar el texto, un portavoz del mismo aseguró que se ciñe "a una solicitud de información".
"Ese calendario es un asunto interno entre una entidad y otra; a estas alturas no nos podemos entretener en polémicas estériles", zanjó ayer el portavoz del IRL, cuyo director presenta hoy mismo el programa literario de Francfort.
Esa sensación de que las instituciones funcionan en la planificación de la cultura catalana como invitada de honor en la mayor feria editorial del mundo sin contar con los editores y de que la campaña de imagen cultural de Cataluña puede eclipsar la parte libresca está en la raíz de las incómodas relaciones entre los editores y la Administración, que arrancan en la Feria del Libro de Guadalajara de 2004, aún con la consejera Catalina Mieras, y que se acrecentó con Ferran Mascarell. El paso del tema de Francfort del Departamento de Cultura al IRL ha acelerado esa percepción.
A ello tampoco son ajenas las manifestaciones públicas de Comas, decepcionado por la mínima inclusión de autores y editoriales en castellano en el programa.
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