Novedades en la inflación
La última vez que comenté en esta columna la evolución de los precios, a partir del IPC de junio, la inflación estaba situada en un nivel relativamente bajo, 2,4%. Las previsiones eran que se mantuviese esta tasa en julio y agosto, pero apuntaban a un significativo repunte a partir de septiembre que podría llevarla cerca del 3,5% al final del año. Ello era debido al precio del petróleo, que en los cuatro últimos meses de 2006 había registrado una notable caída tras alcanzar máximos históricos durante el verano, lo cual había llevado a terreno negativo a las tasas de inflación de los productos energéticos (gráfico central).
Este signo negativo se mantuvo durante la primera mitad de este año, y era previsible que se mantuviera hasta agosto, pues aunque el precio del petróleo, que cotiza en dólares, había vuelto a las andadas hasta superar los niveles de un año antes, la apreciación del euro impedía que este nuevo repunte se trasladase en su integridad a los precios finales de la energía. Sin embargo, a partir de septiembre de este año, y si el precio del petróleo no volvía a reproducir las caídas de un año antes, este efecto escalón negativo desaparecería y las tasas de los productos energéticos pasarían a ser positivas, arrastrando al alza a la inflación total. ¿Qué ha cambiado en los dos últimos meses?
Lo más probable es que acabemos el año con una tasa de inflación situada en torno al 3%
Los IPC de julio y agosto han resultado ser ligeramente mejores de lo previsto, y la inflación ha caído al 2,2% (gráfico izquierdo). Ello se ha debido al comportamiento de los dos componentes más volátiles del IPC: los alimentos sin elaboración han reducido en un punto porcentual su tasa interanual (del 5% en junio al 4% en agosto) y los productos energéticos lo han hecho en dos puntos (del -0,2% al -2,2%), mejorando en ambos casos las previsiones. Sin embargo, el indicador más robusto de la tendencia a corto plazo de los precios, la inflación subyacente, se ha comportado en línea con las previsiones, manteniendo estable su tasa en julio en el 2,4% y aumentándola una décima porcentual en agosto.
Este aumento obedece al inicio de la desaparición de otro escalón negativo similar al del petróleo, en este caso, del aceite de oliva. Si de la inflación subyacente eliminamos este componente y otro igualmente volátil, el tabaco, la tasa resultante se mantiene anclada en el 2,6% durante los meses transcurridos del año, cifra y tendencia que pueden calificarse como las más representativas de la inflación en España. Si tenemos en cuenta que la inflación subyacente se encuentra en el 2% en la zona euro, pero que un par de décimas son transitorias (subida de impuestos en Alemania y otros países) y desaparecerán previsiblemente al comienzo del próximo año, podemos concluir que el diferencial de inflación subyacente de España con dicha zona se mantiene estable y cercano al punto porcentual, a pesar de que el diferencial del IPC total haya caído transitoriamente a 0,5 puntos en agosto. Seguimos, por tanto, y prácticamente en los mismos términos, con el mismo problema de inflación que hemos tenido desde nuestra incorporación al euro.
Las previsiones hasta final del año han mejorado ligeramente. Partimos de dos décimas menos que cuando hicimos las anteriores y la apreciación del euro puede atenuar el repunte de la energía. En sentido contrario actuarán las subidas anunciadas de algunos alimentos elaborados, aunque su repercusión en la inflación total será escasa. Con todo ello, lo más probable es que acabemos el año en torno al 3%.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).
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