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Análisis:LA NUESTRA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Vivo, imperfecto

La razón última de la fiesta de los toros es un arcaísmo que difícilmente podía sobrevivir en una cultura como la actual que tiene como condición esencial la banalización de todo. La corrida se entiende cuando se vive como un ritual en el que los espectadores delegan en uno de ellos y como ellos la repetición del enfrentamiento directo con la muerte con el propósito de vencerla pero con el riesgo de sufrirla. Por eso es un ritual trágico, y por eso resultan tan chuscos e indecentes los intentos de aliviar su gravedad. Pero la supervivencia de esta fiesta depende hoy de una estrategia comercial que la mantiene como un festejo desprovisto de aquel sentido trágico, y eso es lo que el retorno de José Tomás ha puesto patas arriba.

Madrugada del domingo pasado: en la Cadena SER, Manolo Molés lanza un ataque bestial contra el periodista Miguel Mora, que en la edición del domingo de EL PAIS había publicado un artículo que, entre otras cosas, recordaba la relación que hay entre la retirada de Joselito y José Tomás con la entrada masiva de las cadenas de televisión en el negocio de los toros. Molés niega que José Tomás sea un suicida o un tremendista, se queja de que nombre a la parca y deja abierta la discusión acerca de si José Tomás hace bien o no corriendo el riesgo que corre cada tarde que sale a torear. Algo raro hay en todo esto.

En mi opinión, ese ritual arcaico, con toda su carga trágica, no incluye ni crueldad ni ofensa a dignidad alguna. Yo he ido a verlo desde muy joven, y nunca he pensado que pudiera ser otra cosa que lo que es: un momento en el que, a través de otro, ponemos en juego todo, la vida misma. Y pienso que, por esa verdad profunda del toreo, no es un espectáculo que pueda banalizarse ni someterse a las reglas de lo políticamente correcto. ¿Significa esto que es algo no apto para menores, tan terrible en su misma raíz que, a estas alturas de la civilización, debiéramos desecharlo? Es posible, y estoy convencido de que, más tarde o más temprano, habrá que hacerlo.

Pero me resulta hipócrita la argumentación que, para salvar el imponente negocio de la fiesta, se postule una versión light de la misma. El programa de Canal Sur Toros para todos es un magnífico ejemplo de lo que digo: el escamoteo de la tragedia tras el juego. Canal Sur retransmite novilladas en las que participan chavales de una edad que otros chavales de la misma edad difícilmente pueden entender por qué hacen lo que hacen. Y lo que hacen es jugarse la vida, pero eso se sirve como si fuera una variante de Operación Triunfo.

Sólo puede llamarse mascarada a una fiesta de los toros en la que un rito trágico es sustituido por un apaño en el que están pringados todos. Por cierto: la contradicción alcanza al mismo José Tomás, que no quiere morir, sino ser perfecto. Me parece, maestro, que todo lo que vive es imperfecto.

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