Novillos moribundos

Se quejan los taurinos de los ataques que sufre la fiesta de los toros, y ocultan que los más certeros enemigos son ellos mismos. Sólo así se entiende que se anuncie en la Maestranza la ganadería de Rocío de la Cámara, carente de las más mínimas credenciales para saltar al ruedo de esta plaza. Los novillos salieron muertos en vida, hundidos, lisiados y agotados antes de comenzar la lidia. Novillos, además, descastados, mansos y sin clase.

Los tres primeros sufrieron espectaculares costaladas cuando embestían a los capotes y ahí se les acabó toda la codicia. El primero se echó, consiguieron levantarlo a base de quebrantarle el rabo y no se volvió a mover más que para morir. Segundo y tercero llegaron sin hálito de vida al tercio final; al cuarto le hicieron poca sangre en el caballo y embistió con feo estilo; el quinto, parado y áspero, y el sexto, otro inválido.

Lógicamente, los chavales naufragaron. Y lo peor es que cumplieron un sueño que, al final, quedó roto y se volverá contra ellos porque alguien les recordará que dejaron pasar una oportunidad única. Así son los taurinos actuales.

José Caraballo demostró en el cuarto que es un torero entregado, y le permitió algunos derechazos lucidos. Sandra Moscoso quedó inédita. Parece que tiene maneras y las mostró en un par de muletazos trazados con gusto en su primero, mientras en el quinto sorteó como pudo las dificultades del bronco animal. Y Julián Gil es el menos experimentado de los tres. Se coloca muy mal y su lote le ofreció pocas facilidades.