Memorias de Japón
España cuaja una actuación de libro ante Grecia, la defensora del título, y olvida el tropiezo frente a Croacia
La encrucijada anunciaba serios peligros, pero España sobrevoló el compromiso de Grecia y volvió a componer la estampa que sedujo al mundo entero en Japón. Los campeonatos tienen estas cosas. Un día, el apocalipsis; otro, la resurrección. El mismo equipo que dio síntomas de desfallecimiento, que se agrietó frente a Croacia, volvió a funcionar como la máquina de precisión que fue en los 28 encuentros de su racha victoriosa.
No pudo ser más oportuno el triunfo español. Ante el vigente campeón de Europa, ante el mismo rival que en la final del Mundial, ante el equipo al que todos dan como favorito para este Eurobasket; junto a España, por supuesto. Supuso el mejor reconstituyente para un equipo que se había declarado herido en su orgullo por la derrota, por un punto, ante los croatas. Fue mucho más que una victoria para la selección española, que se rearmó moralmente, que volvió a encontrar sus mejores sensaciones, que bordó el juego y se fue de la cancha reluciente, como nueva, con el pleno convencimiento de que su desbarajuste ante los croatas quedó en eso, en un accidente.
Fue mucho más que una victoria para la selección de Pepu, que reencontró sus mejores sensaciones
España bordó el primer cuarto del partido. El equipo y el balón fluían sobre la pista con naturalidad. Los pases, los relevos, las circulaciones de la bola... Todo encajaba de primeras pese a la feroz defensa griega. Dikoudis incurrió en una falta antideportiva y los árbitros acabaron cobrando una falta técnica por las protestas del equipo griego, que dio claras muestras de impaciencia. Jugando como la seda, España aprovechó ambos errores de bulto de los griegos para poner tierra de por medio (10-2 y 21-11). Ambas operaciones aportaron réditos suplementarios a España, que se reconfortó aún más cuando Navarro reapareció y de una tacada logró cinco puntos que le permitieron borrar el más leve recuerdo de la lesión que le había impedido debutar en el torneo.
Yannakis tardó en recurrir a Papalukas, un caso clínico, tan especial que, siendo la estrella de la selección, no sale nunca en el quinteto titular. Cuando cayó en la cuenta, Grecia ya actuaba a contracorriente, con todo en contra: el marcador, el juego, la estrategia. En todo iba a remolque. Así, no le era posible subrayar el ritmo intenso, pero al borde de los 24 segundos de posesión, con el que maneja los partidos. Su línea exterior renqueaba con un triple en sus seis primeros intentos.
Sólo dominaban los griegos en el rebote. De nada les servía. Sus lanzamientos siempre eran forzados. Difícil acertar así, por más que la cuenta del primer tiempo indicara que lo había intentado seis veces más. Su porcentaje de acierto era del 26% frente al 50% de España. Comandada por Rudy Fernández, la ofensiva española se benefició de un interesante reparto con muchos jugadores con la muñeca fina: Gasol, Navarro, Felipe Reyes y Mumbrú.
Sólo Diamantidis le daba aire a Grecia. La irrupción de Papalukas fue perfectamente contrarrestada con una defensa alternativa, primero de Jiménez, después de Berni Rodríguez y en alguna ocasión puntual de Cabezas, que parecía otro, mucho más a gusto con el papel que le tocó interpretar. Los griegos no sabían cómo frenar la inercia del juego. No veían aro. La defensa de España, muchas veces en zona, hizo fosfatina a los griegos. Anotaban con cuentagotas. Ya de por sí son reacios a mirar mucho a canasta. Sufrían cada vez que tenían que hacerlo por imperativo horario. Su récordman en el descanso era Diamantidis con cinco puntos, ahí es nada. Nueve canastas sumaron en 20 minutos y, encima, se arrimaron siete veces menos que los españoles a la línea de tiros libres. Muchísimos datos para expresar una realidad incontrovertible: el juego español le daba cien vueltas al griego.
Una brecha de 21 puntos, habiéndose ventilado 20 minutos, difícilmente da para mayores volteos. Menos aún cuando los griegos no tenían otro remedio que desechar su estilo para dar viveza al juego. No tenían otra solución para intentar recuperar una distancia tan sideral. El juego se desmandó. Pero España siempre controló con sentido el partido. El botín no fue nunca inferior a los 12 puntos y acabó ampliándose con una exhibición de juego y mates y un Rudy estelar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.