_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Llamas en L'Alcalatén

La noche del 28 de agosto, desde Xodos, la Lloma Bernat se perfilaba oscura contra un intenso resplandor rojo en el cielo, como si de las entrañas de la tierra emergiera la lava de un volcán. Se había declarado esa tarde un incendio en la zona de la Ponsa, a pocos kilómetros de Les Useres, y un intenso viento de poniente avivaba las llamas y resecaba los montes con furia. Perdida la batalla en los primeros momentos, el horizonte candente pregonaba la catástrofe.

Cuatro días soportaron las tierras de L'Alcalatén, asfixiadas bajo un manto de humo, la devastación en los términos de Les Useres, Costur, Atzeneta, Llucena, Figueroles y L'Alcora; más de 90 horas de angustia y de esfuerzos de los medios técnicos y humanos concentrados en la extinción fueron necesarias para acabar con la pesadilla. Aunque Canal 9, esa televisión tan dada al espectáculo y a los sucesos, esta vez se mostró sospechosamente comedida en sus informativos, todos pudimos asistir al drama de ver cómo se nos quemaba el monte. Y digo que se nos quemaba porque nadie ha levantado la voz para aprovechar la oportunidad y acusar a nadie del desastre, como hicieron los actuales gobernantes de la Generalitat al llegar al poder ("Los socialistas quemaron los montes", dijo entonces su líder, que no ha escatimado críticas al Gobierno cuando el fuego ha asolado cualquier rincón de la península).

Que se han hecho todos los esfuerzos es una premisa de la que deberíamos partir siempre en estos casos los ciudadanos de buena voluntad, y del agradecimiento a las brigadas forestales, a los pilotos de aviones y helicópteros, a los bomberos y a los integrantes de la Unidad Militar de Emergencia, que tan útil se ha demostrado, lo que no es óbice para que, en sede parlamentaria si es preciso, se analicen las causas de que 5.500 hectáreas hayan ardido en cuatro días junto al parque natural del Penyagolosa. ¿Qué hacían los operarios de una compañía eléctrica trabajando con una sierra radial y un soplete a 40 grados y con rachas de viento de poniente de 60 kilómetros por hora? ¿Hubo, como algunos han apuntado, confusión y descontrol en las horas cruciales, esas de las que dependía todo? ¿Pudo prevenirse el desastre con medidas para limpiar el monte y eliminar la acumulación de maleza? ¿Hay alguna lección a asumir sobre la coordinación de los medios de la Generalitat y del Gobierno? Preguntas como estas se mezclan en el ambiente de L'Alcalatén con un persistente olor a chamusquina.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_