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Columna
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La vuelta del verano

¿En qué se piensa cuando uno al volante de su bólido regresa de las vacaciones por esas carreteras de dios? Puede que empiece a echar de menos la playa que va dejando atrás, sobre todo ahora que las playas encierran incontables sorpresas, y darse un chapuzón puede ser toda una aventura. Por lo pronto, encontrar sitio en primera línea. Una de las imágenes más entrañables, pasada una y otra vez por televisión, ha sido la de los bañistas de Cullera trotando por la arena a primerísima hora de la mañana cargados de sombrillas para adueñarse de unos metros de arena. Las imágenes rezumaban un ansia más propia de la posguerra que de los tiempos que corren, aunque por supuesto preferibles a los catastróficos incendios e inundaciones que han convertido estos meses en un verano de agua y fuego.

¿No es un poco exagerado que agosto cierre por vacaciones y que julio languidezca esperando ese momento? ¿No es exagerado que todos nos tengamos que tomar las vacaciones al mismo tiempo cuando la vida y los problemas siguen su curso? Una cosa es que los niños dejen de ir al colegio y que los estudiantes puedan aprovechar para practicar un idioma en el extranjero, y otra que haya una espantada generalizada de políticos y profesionales en todos los campos. O que para comprar el periódico tenga que ir uno al quinto pino y que haya que rebuscar para encontrar un restaurante abierto en Madrid, sobre todo porque esta ciudad cada vez continúa más llena de gente de a pie en el periodo estival.

Y es que el ciudadano de a pie tiende a escalonar sus vacaciones. Sabe que salir muchos días seguidos con la pareja puede ser un peligro, como señala la abrumadora estadística de divorcios que se producen tras el temido descanso. Días de ocio que interrumpe el ritmo de entradas y salidas de casa y de verse lo justo. Si el fin de semana ya supone una prueba de fuego, 15 días de verse continuamente y compartirlo todo puede ser definitivo. Que si no te afeitas en vacaciones porque no te importo. Que si haces que estás leyendo para no hablar conmigo. Que si protestas de todo y no te gusta nada. Que si lo llego a saber me quedo en Madrid. Así que muchos no es que sólo regresen al trabajo y a los madrugones y los atascos y a tener que ver a la fuerza a fulano y a mengano y a los problemas cotidianos, sino que vuelven al caos. Pero, ¿quién ha dicho que el caos no sea una oportunidad de cambiar las cosas que en el fondo no nos satisfacen?

Hay que reconocer, sin embargo, que la playa se ha animado mucho con la afluencia masiva de medusas, esos seres transparentes y fantasmales que sólo existen cuando pican. Por lo menos, el rato en que uno ha de ir nadando tratando de esquivarlas no va comiéndose el tarro, y se puede dar por afortunado si no es una de las 200 víctimas que se contabilizaban diariamente en mi playa. Una cifra asombrosa, parecía que todo el mundo quería ser picado por las medusas para ser atendido y cuidado un rato, aunque sólo fuese por los de la Cruz Roja. Que si el cambio de temperatura, que si bla, bla, bla. La medusa es un fenómeno psicológico colectivo para darle aire festivo a la playa. Ya sabemos que, para nosotros, fiesta y riesgo van íntimamente unidos. Y por eso, cuando no son los toros en sus distintos niveles y grados de elegancia, se preparan en algunos lugares unas sesiones de pólvora que ponen los pelos de punta. Aunque, a decir verdad, lo auténticamente arriesgado era lo que hacíamos antaño cuando las chicas nos embadurnábamos con sospechosos aceites marrones oscuro de protección cero para tomar el sol.

Admiramos tanto la valentía y somos tan valientes que los tiburones no han tenido más remedio que asomarse hasta la arena de nuestras costas. Después de la película de Spielberg, lo que más nos podía acobardar era divisar una aleta de tiburón viniendo hacia nosotros entre las aguas. Parecía lo máximo en cuanto a peligro después de un tsunami o un vertido de crudo. Sin embargo, nos hemos encontrado con unos ejemplares desorientados y solos, como si les acabasen de echar de sus despachos acristalados con lo puesto, y todo esto nos ha dado mucho que pensar.

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