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Análisis:AGENDA GLOBAL
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Crisis de crédito y nuevo entorno económico

Emilio Ontiveros

EL PANORAMA ECONÓMICO no es el mismo tras la convulsión crediticia de agosto. Ha sido una crisis financiera en toda regla, con rasgos propios de esa nueva generación de perturbaciones globales fácil y rápido contagio a todo tipo de instrumentos financieros y de países, pero con el origen de la infección lejos de esas economías poco desarrolladas que en el siglo pasado fueron la causa de casi todas las crisis financieras. Como ocurriera con las principales amenazas a la estabilidad financiera de la última década la quiebra del mayor hedge fund del mundo, el Long Term Capital Management, en 1998; las de algunas compañías tecnológicas en 2000; las tensiones tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, o los episodios que sucedieron al colapso de Enron en 2002, la constituida por las hipotecas locas también proviene de la principal economía del mundo, con el sistema financiero más sofisticado.

Las señales de endurecimiento crediticio eran ya explícitas semanas antes de que se percibiera

Con la información disponible (en realidad no es mucha: aquí radica uno de los principales focos de inestabilidad residual) es difícil calibrar el alcance de esa crisis (los inversores infectados) y sus consecuencias sobre la economía real. Un primer impacto, de estimación complicada, es el que tenga lugar sobre las decisiones de gasto, como consecuencia de la pérdida de riqueza ocasionada por la depreciación de los activos mobiliarios (en particular, la muy significativa corrección de las cotizaciones de las acciones de empresas cotizadas) e inmobiliarios, principales destinos del patrimonio familiar en todo el mundo. También en España.

No menos importantes son las implicaciones derivadas de las mayores cautelas de los prestamistas, ya manifiestas en la mayor exigencia en la concesión y renovación de crédito y, desde luego, en la aplicación de costes más elevados por el mismo. A decir verdad, las señales de endurecimiento crediticio eran ya explicitas semanas antes de que se percibiera la metástasis institucional generada por las hipotecas subprime en EE UU. Ahora, los precios de todos los instrumentos financieros, desde luego los de crédito, acusan la pérdida de confianza de los inversores. El apetito por el riesgo es mucho menor, los prestamistas discriminan mucho más entre los prestatarios, atendiendo a su solvencia, y eso se traduce en mayores costes financieros.

Esa mayor dosificación crediticia será una de las vías más severas de impacto de la crisis financiera en la economía real. No otra presunción mantenía la Reserva Federal cuando redujo la tasa de descuento, el 17 de agosto, al admitir que los riesgos de menor crecimiento económico se habían intensificado apreciablemente. Ahora se asume que esas amenazas de frenazo crediticio ya no son exclusivas de EE UU. Las comparten aquellas otras economías en las que las empresas y familias son también muy dependientes de la financiación crediticia: de la captación de nuevos recursos para financiar decisiones de inversión o/y de la refinanciación de las deudas existentes. La economía española es una de ellas.

No son pocas, ni poco importantes, las empresas españolas con índices de endeudamiento elevados. Hasta ahora, el crecimiento de los beneficios de estas empresas ha sido más que suficiente para absorber el de los costes financieros, que siguen representando una proporción históricamente baja de los costes totales de las empresas. El problema emergerá cuando se perciba que el ritmo de generación de ingresos de esas empresas pueda poner en peligro una retribución del capital que los mercados de acciones, u otro tipo de inversores, consideren aceptable en las nuevas condiciones de riesgo. Y la aversión al riesgo hoy es mucho más exigente que la que ha dominado la escena financiera en los últimos cuatro años. También la española.

Los dos rasgos favorables con los que nuestra economía afronta este nuevo entorno no son poco importantes: un sistema bancario apenas afectado por esa crisis de confianza, con coeficientes de solvencia muy aceptables, y unas de las más saneadas finanzas públicas de Europa. Esto no significa, sin embargo, que las cosas sigan igual que cuando nos fuimos de vacaciones.

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