La izquierda emergente
Insidias, insultos y cabildeos han constituido el caldo de cultivo en que ha madurado la crisis de Esquerra Unida a lo largo de este pasado mes vacacional, que para algunos de sus dirigentes ha transcurrido sin resuello debido al activismo desplegado. El desenlace, pues, no ha de sorprendernos: la ruptura de esta formación es irreversible y su misma coordinadora, Gloria Marcos, así lo asume al dar por hecho la expulsión de las diputadas Mónica Oltra y Mireia Mollà, suceso que se producirá el próximo día 15 en la reunión del Consell Nacional de dichas siglas. El otro episodio programado, éste para el 20 de octubre, es la constitución de la corriente Esquerra y País como partido independiente con vocación de nuclear una opción alternativa.
Hasta entonces, y quizá durante algún tiempo más, es probable que nos aflijan con requisitorias y sermones acerca de quién ha de cargar con las culpas de este divorcio, del que ya se ha señalado con el dedo a presuntos desleales y traidores. Algo muy propio de todo matrimonio naufragado y, en este caso, de un proyecto político que está -en realidad, estaba- muerto. La puntilla se la infligió a sí mismo en las pasadas elecciones al rehusar insensatamente la alianza municipal con el Bloc Nacionalista, lo que, junto al infortunio, sirvió para delatar la mermada capacidad movilizadora de una oferta -la de EU- hegemonizada por el sector menos evolucionado y más autoritario de los comunistas.
Ahora mismo, y cuando la crudeza de la crisis habría de propiciar algún debate de cierta (al tiempo que insólita, todo sea dicho) consistencia ideológica, estratégica, orgánica o programática, lo que aflora por encima de tales urgencias es el destino y control de los dineros públicos que percibe el grupo de diputados del Compromís pel País Valencià en las Cortes. Es verdad que se trata de un capital respetable y decisivo para una hacienda paupérrima como la de esta izquierda austera y en la linde de la marginalidad. ¿Pero es éste el problema más apremiante cuando la casa se viene abajo y, además, esos dineros están al buen, legítimo y transparente recaudo de sus titulares, los diputados? Un contencioso que abochorna a cualquier observador imparcial -si en este trance los hay- y progresista. El anunciado recurso a los tribunales ordinarios no servirá a nuestro juicio más que para amenizar el circo político.
Pero será conveniente que la agitación de estos árboles mediante dicterios y reproches personales no nos impida ver el meollo del problema, y ese no es otro que la colisión entre un proyecto político que emerge en el marco valenciano y otro, el de EU, que ha dado de sí todo cuanto podía. No es éste el espacio para rememorar su itinerario electoral declinante en sintonía con las crecientes dosis de autocratismo -y autismo- sobre una militancia admirable por sus hazañas cívicas, pero necesitada de nuevos aportes vecinales e intelectuales que sacudan viejas inercias y telarañas mentales. El discurso político del rechazo a todo cuanto se mueve sin proponer alternativas, y el cultivo de las capillas de incondicionales acríticos para dominar un partido de naturaleza plural, como EU, han contribuido la decadencia de una izquierda abocada a refundarse renaciendo, o languidecer hasta ser devorada por el magma bipartidista.
De todo este proceso pendiente y proteico sólo se tiene claro la percepción de su necesidad, no compartida unánimemente, aunque en curso. Todo lo demás está por reinventar y decidir. Las corrientes ecosocialistas y nacionalistas (EiP, Bloc, Espai Obert, Verds y etcétera) están en expectativa de ello para elaborar un proyecto que supere de una vez la fragmentación partidaria y los personalismos, concertar una hoja de ruta programática capaz de atraer nuevos afiliados y votantes, además de poner en práctica modos democráticos de dirección. Una hoja de ruta ligeramente tocada de utopismo, como conviene para aventar la naftalina, los dogmatismos y la resignación de quienes se resisten a evolucionar y adaptarse a los requerimientos sociales, quizá porque ni siquiera han asimilado el más elemental darwinismo político. Las próximas semanas van a resultar clarificadoras de la crisis que sacude esta izquierda una vez más hendida y a la greña.
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