Wariner, el ejecutor
El tejano, con 43,45s, mejora su marca, se queda a 27 centésimas del récord de Michael Johnson y lidera un triplete norteamericano en el 400
"Sal y ejecuta lo mejor que puedas", le dijo Clyde Hart, su entrenador. Gana el Mundial, bate el récord, deja tu huella, imborrable, en esta pista de uretano que tanto te gusta.
Jeremy Wariner, buen chico, le obedeció y una vuelta a la pista más tarde, 400 metros sin aliento, cruzó, solo, destacado, frío, tan frío como el brillo helado del diamante de su oreja, la línea de meta. No pudo entonces evitar traicionarse. Inmediatamente su mirada estrábica, oculta tras unas espectaculares gafas se dirigió rápida, tan veloz como sus tobillos flexibles, de goma, hacia un lado, hacia el cronómetro en el que frescos, recién fabricados, parpadeaban unos números: 43,45s. Un pelín más cerca de Michel Johnson (MJ), de los 43,18s que se consideran, aún, un récord imposible, que antes de salir. Cinco centésimas menos, pero aún 27 centésimas distante. Wariner, 24 años, había ejecutado a medias.
"Para el récord necesito mejorar entre el 200 y el 300, y también la salida", dijo el vencedor
Había ganado el Mundial, un segundo título que sumar al olímpico de Atenas, había derrotado al alumno más aventajado de su tiempo, a LaShawn Merrit, que arrastrado por su zancada deslumbrante había conseguido, al fin, bajar de los 44s: 43,96s, por primera vez en la historia de los Mundiales dos atletas bajaban de 44s en la misma carrera. Sólo ellos dos han descendido de esa barrera desde que MJ colgó las zapatillas.
Había perdido contra el tiempo, contra el récord que su actual mánager estableció, hace ocho años, otra calurosa noche de agosto, en el Mundial de Sevilla.
"El récord llegará cuando tenga que llegar", dijo Wariner, quien según se acercaba la final fue progresivamente intentando apagar las expectativas que él mismo había prendido tres semanas antes, cuando corrió en Estocolmo en 43,50s, en territorio MJ. Entonces, apoyado por Hart, que también fue el entrenador de MJ, alentado por el propio MJ, que, de hecho, es su mánager, Wariner, un blanco elegante, cool, relajado, en el reino de la velocidad, del músculo tenso, negro, llegó a prometer que en Osaka, en una pista que le encanta, en una pista a la que definió como la más rápida sobre la que nunca había corrido, el récord podría caer. "Este 44,50 valdría 43,3 en Japón", dijo. Y para apoyar su optimismo reveló que en un entrenamiento unos días antes de llegar a Osaka, dos 350 con cinco minutos de intervalo había realizado mejores tiempos (40,09s y 41,6s) que Johnson en el mismo ejercicio unos días antes de su 43,18s sevillano. "Johnson sabe que su récord caerá algún día", dijo. "Y, claro, le gustaría que fuera yo quien lo batiera. Para ello, me dice, tengo que correr cada carrera como si en ella fuera a batirlo, no plantearme hacerlo en una determinada". Después de la semifinal, sin embargo, se negó a responder a las preguntas, inevitables, sobre el récord, y ayer, tras su victoria, recalcó que había triunfado en sus dos objetivos: ganar el Mundial y mejorar su marca. "Creo que para batir el récord necesito aún mejorar mi carrera entre el 200 y el 300 y mejorar mi salida, para lo cuál preciso de más fuerza", dijo Wariner, un atleta de músculos longilíneos y poco exagerados, muy diferente al morfotipo habitual de los últimos años.
Corriendo en la calle seis, más ágil que fuerte, por delante de sus principales rivales, Angelo Taylor, que fue bronce completando el triplete norteamericano, por la calle cuatro, y Merrit por la cinco, su habitual mala salida sirvió de acicate a todos en los primeros 200 metros, en la primera curva y la primera recta, aunque él también se benefició de la escapada de Chris Brown por la calle 8. A cubrirse los 200 en 21 pelados, Merrit aún aventajaba ligeramente a Wariner. Al salir de la última curva, la situación era otra. Y en la recta, entre ambos, un desierto. Mientras Merrit comenzaba a sufrir los efectos paralizantes, agarrotadores, de la subida del ácido láctico, Wariner, impávido, puro relax, mantenía su zancada ágil, como un ser inmune a los padecimientos humanos.
Pese a ello, Merrit consiguió descender de los 44s. Pese a ello, su distancia con respecto a Wariner fue abismal: 51 centésimas, más de medio segundo, un tratamiento similar al que MJ, el hombre que corría sólo contra su sombra, solía administrar a sus rivales, si se exceptúa el gigantesco 1,18s en que aventajó a Sanderlei Parrela en la inigualable final de Sevilla.
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