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Columna
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Pondal y la demagogia

Debe de ser por la precariedad informativa de agosto, además de por la connatural malicia ideológica, por la que el diario El Mundo y el PP de Rajoy (de él, directamente, no por mediación de Acebes y Zaplana) han abierto una pequeña escaramuza, no por pequeña, menos lamentable a la que podemos aplicar el epígrafe de Cruzada española antihimno gallego. A eso me refiero en la Carta al director que transcribo a continuación y que así procedo ya que en el momento de redactar este escrito no ha sido incluída en la correspondiente sección del referido diario:

"20.08.07. Sr. director de El Mundo

Se busca a Arturo Pondal

En su edición del lunes 20 de Agosto, publican ustedes una información en la que camuflan una ardorosa soflama patriótico-española, a propósito de una intervención del vicepresidente de la Xunta de Galicia sobre la conveniencia de la divulgación del himno oficial de Galicia entre los niños y niñas gallegos. A la libertad de expresión, la suya en este caso, remite la legimitidad de las opiniones crispadas y con tufo de caza de brujas que emplean en la crónica. Lo que no incluye la libertad de expresión es la mala fe y, sobre todo, la ignorancia. Mala fe al malinterpretar el texto del himno de Eduardo Pondal en clave abusiva de literalidad, interpretando las expresiones imbéciles, escuros y el non nos entenden como insultos a los desconocedores del idioma gallego, cuando es obvio que en la clave sentimental y épica de nuestro himno, como en todos, se refieren a la identificación con nuestro sentir gallego (atribúyanle ustedes los calificativos que deseen). Ignorancia, también, al atribuir la letra del himno a un tal Arturo Pondal que ignoramos si existe, fruto de su peculiar sentido del periodismo de investigación, o si es el nombre en clave del verdadero autor, Eduardo Pondal. No hay mayor insulto a la inteligencia de todos y todas que la ostentación de la ignorancia. Nuestro himno y nuestro vicepresidente merecen respeto institucional, por muy opinables que sean. Gracias por la atención".

Añado a esta reflexión, necesariamente breve por la finalidad con que se escribió, la aclaración de que, paradójicamente, he ironizado en varias ocasiones sobre el efecto dispersión que se produce habitualmente en la vida social gallega cuando, con motivo de grandes y unitarias convocatorias que cristalizan en manifestaciones masivas, se acomete el canto colectivo de la segunda parte del himno, de gran desconocimiento para la mayoría y que se constata en un play back errático y distraído a cargo de miles de espontáneos figurantes y que me he atrevido a categorizar de metáfora de los límites de nuestra vertebración social y voluntad unitaria. También puedo añadir a ello, que en mi fugaz época de profesor de literatura gallega, al acabar una ácida y escéptica lección magistral sobre el bardo de Ponteceso, mis alumnos me reprocharon "no se entiende que lo expliques con tanto detalle, si te gusta tan poco". Para completar mi relatorio de amor-odio con Pondal, debo mencionar mi fortuna durante las oposiciones que me permitieron conseguir la plaza de profesor en 1984, al disponer de una fotocopia de la, todavía inédita en aquel momento, tesis doctoral de mi maestro Xosé Luis Méndez Ferrín (posteriormente publicada y convertida en texto de referencia de la historia de nuestra literatura con el título De Pondal a Novoneyra) casualidad que me permitió la obtención de una alta calificación, otro agradecimiento que me vincula para siempre en mi admiración y amistad por Ferrín.

Pero la escaramuza no acaba ahí, porque este diario reproduce en domingo 26 de agosto, la cínica declaración de Rajoy en el sentido de que no es prioritario el aprendizaje del himno sino del inglés. Lo que me lleva a invocar una inteligente réplica de Anxo Quintana que, inquerido sobre la lejanía de la opinión pública respecto a la reforma del Estatuto, contestó, algo así como "por las calles y bares de Galicia lo que sin duda no se percibe es inquietud por la presunta precariedad de la unidad de España". La virulencia identitaria del nacionalismo español es lo que a muchos, que no hacemos doctrina de la identidad, nos une en la convicción de que Galicia es una nación.

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