Una final más para Mayte Martínez
La vallisoletana entra en unas duras semifinales mientras Naroa Agirre se queda a cinco centímetros de lograr el pase en pértiga
En el autobús congestionado que lleva a los atletas a las cuatro de la tarde de su hotel al estadio viajan, entre atletas y entrenadores de medio mundo, dos curiosas parejas españolas. Chico-chica, chico-chica; entrenador-atleta, entrenador-atleta. Naroa Agirre-Jon Karla Lizeaga, Mayte Martínez-Juan Carlos Granados. En la liturgia tan poco espectacular -atascos, estrecheces en el bus- previa a la gran misa del atletismo, los entrenadores-maridos intentan distender el ambiente, distraer a sus chicas-pupilas con conversaciones banales. El agobio es malo. La presión. Los nervios.
Las dos, dos chicas nerviosas, son grandes competidoras. Tienen un nervio que les permite estar más arriba de lo que sus marcas podrían hacer pensar. Hasta un límite. A Naroa Agirre, la plusmarquista española de salto con pértiga, el techo se lo pone la técnica, no la velocidad, ni el arrojo, que le sobran, sino la capacidad para evolucionar en el aire, para volar acrobáticamente por encima del listón sin caer a plomo derribando con estrépito.
Para clasificarse para la final del martes, la donostiarra debe saltar 4,55 metros, un centímetro menos que el récord que consiguió el 17 de febrero. Después de unos comienzos titubeantes, Agirre salta 4,50 metros a la primera. Sólo le queda una barrera. 4,55. En el tercer intento, la pertiguista vasca echa el resto, mirada de fuego en los ojos verdes, dobla la pértiga más dura, se catapulta por encima del listón, empieza a volar, no, encima del listón. Eliminada.
El límite de Mayte Martínez es más complicado de definir. No es el nombre de las atletas que la rodean en la curva de salida, no, pues a ellas las domina en la última recta, en la que, gracias a su estado de forma, es capaz de remontar por fuera a todo lo que se le ponga por delante, a atletas con mejor marca incluso. Como ayer, cuando fue capaz de rectificar sobre la marcha: impaciente, había comenzado a remontar antes de entrar en la última curva, pero al adelantársele la marroquí Ait Hammou al coger la cuerda, fue capaz de tener paciencia y fuerza para abrirse por la calle dos en la recta y terminar segunda en la segunda semifinal de 800 metros. "Pero he acabado bastante muerta, menos mal que la final no es hasta el martes", dijo la vallisoletana, de 31 años. "Esta será mi tercera final en tres Mundiales. Tengo un nivel suficiente para considerarme entre las ocho o diez mejores el mundo, aunque por marcas no lo parezca, pero soy una gran competidora. De todas maneras, ya me gustaría ser Jepkosgei".
Martínez, y todo el estadio, alucinaba aún con lo que había visto por televisión: una exhibición. La protagonizó la keniana Janeth Jepkosgei, la anti-Borzakowski. Si al prodigio ruso le gusta correr retrasado para remontar en la última recta, la joven keniana, natural de Kabirirsang, el mismo pueblo de los grandes especialistas de 800 Wilson Kipketer, recordman mundial, y Wilfried Bungei, es más del estilo Juantorena. Corrió las dos vueltas en cabeza a un ritmo sofocante. La primera la cumplió en 56,54s, la segunda en 59s 23s. Cambió de ritmo en cabeza y aguantó la veloz llegada de María Mutola y Hasna Benhassi, quienes también bajaron de 1m 57s, una marca de otro tiempo. La keniana logró la mejor marca del año (1m 56,17s).
"Evidentemente, ellas son las grandes favoritas para copar el podio", dijo Martínez. "Mis tiempos no se pueden acercar a eso".
En las semifinales de 3.000 obstáculos, marcadas por la caída del austriaco Weidlinger, que se partió la boca al caer contra el filo de una valla, se clasificaron por los pelos José Luis Blanco y Eliseo Martín. Penti Jiménez quedó eliminado.
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