Pensando en creer
"La playa de Miami es donde los neones van a morir" (Lenny Bruce). Y la playa de Barcelona es donde yacen los restos de los edificios que nos molestaban cuando queríamos ser olímpicos, y las sobras que nos quedaron cuando acabamos de arreglarnos para la foto. Descubrir que resultaba que sí que había playa en esta ciudad fue una espesa sorpresa, similar a aquel momento en Fiebre en las gradas, de Nick Hornby, en el que el autor recuerda el primer día en el que vio a Pelé en la televisión y éste marcó un gol de falta directa. ¡Un gol de falta directa! "El ordenador dice no", recordaría el personaje de Little Britain. "Tú sí que nos has metido un buen gol, Ardiles. ¿Dónde nos llevas hoy?" Ya empezamos. Hoy toca fiesta en la playa, sobre las arenas que se extienden a lo largo de bastantes kilómetros de costa urbana. Para la cifra exacta, ya saben: Google.
PARTICIPE. Mañana, la misión consistirá en la caza del turista. http://blogs.elpais.com/blog_party/ |
La playa, como las alcaparras, la amas o la odias. Tal es la glorificación de estos espacios por ciertos humanos, que cualquier evento que suceda sobre arena es celebrado como una metáfora liberadora. Otros, en cambio, identifican la playa como el lugar donde van a morir los mediocres. La gente que se cree muy lista acostumbra ser la que se piensa demasiado. Ahora suena: Stuck with you, de Huey Lewis and The News. Un genio incomprendido, uno de los grandes. El músico preferido de Sean Bateman, el protagonista de American Psycho, editó este maravilloso single en 1986. El vídeo es fantástico.
Llegamos al chiringuito. Un letrero que parece un homenaje a Footloose advierte de que está prohibido bailar en el recinto. La libertad de expresión corporal es confinada a la arena. Suena una especie de housedepptechnoraveminimal y alguien recuerda Plataforma, de Houllebecq, donde unos terroristas atentan desde su lancha contra unos turistas en una playa tailandesa pre-tsunami, pero pos 11-S. El timing lo es todo. Una opción de martirio menos dolorosa sería un atracón de Vicodin, el analgésico de moda en EE UU. Como recordaba en una entrevista el escritor Chuck Palahniuk, este medicamento tiene como principal efecto secundario la sordera. "¡Y la mitad de las estrellas de Hollywood están como una trompeta!". Chuck reía con el semblante de alguien suficientemente desequilibrado como para escribir El club de la lucha. Mientras dudábamos, la arena se ha llenado de gente que baila y ama mucho a todo el mundo. "¿Quieres ser mi amigo?" Se nos acerca un indígena vestido de turista, para así pasar desapercibido. No, gracias, amigos ya tengo. Y desaparece cámara digital en mano. Esto de la imagen digital es como los bufets libres, parece que tengas que comer hasta llevar el negocio a la quiebra para sentir que has amortizado la inversión. JPEG, Mp3, C3P0, RD2... simplemente di no.
Los nórdicos con carnet de Bicing bailan junto a los locales que desean aparearse con ellos. Su keynesiano estado del bienestar es irresistible, sobre todo si lo superpones a una escena tan Sensación de vivir como ésta. Cambiamos de chiringuito. Descubrimos que la universalización del concepto Ibiza conduce inexorablemente a la proliferación de una tipología de replicante harto peculiar. Gente convencida de que es muy moderna, pero que en su ropa de lino se descubre que dejaron de escuchar la voz de la modernidad hace años. Estos son los que se piensan tan poco que creen que todos aspiran a ser como ellos. Echamos otro vistazo. Todo el mundo es muy guapo -tanto que pondrían tieso incluso a Ricardo III-, pero parece que, como los libros de Sánchez Dragó, lleven colgando un letrero de peligro, no tocar. Esto nos recuerda aquella leyenda que se encontraba en el libreto del disco de Paris Hilton: "Cada disco mío que compras me coloca un poco más lejos de tu alcance". Nos vamos sin consumir, por si acaso.
Ahora suena At home he's a tourist, de Gang Of Four. Pospunk marxista en uno de los mejores temas de esta increíble banda, que en 1979 inventó el sonido que definiría la primera década del siglo XXI.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.