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CÁMARA OCULTA
Columna
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Vámonos a Roma

Se cuenta la anécdota de un fotógrafo que esperaba a Audrey Hepburn en un aeropuerto sin conseguir reconocerla entre la multitud. Sólo cuando decidió buscarla a través del ojo de su cámara comprobó que aquella chica que parecía perdida en el vestíbulo era en realidad la fascinante actriz que estaba buscando. La estrella sólo cobraba vida ante una cámara. Cuando Audrey sonrió al fotógrafo, éste quedó irremediablemente prendido en sus redes, y la filmó.

Hay ciudades a las que les ocurre otro tanto. Roma, por ejemplo, a la que la propia Audrey Hepburn marcó con su irresistible mirada mientras recorría la ciudad en la Vespa del periodista Gregory Peck, siendo como era una princesa prófuga: hoy es un clásico que se deja revisar decenas de veces. La plaza de España y su escalinata, el puente de Sant'Angelo, el Coliseo, la Boca de La Verdad... lugares que el ojo del cine recreó descubriéndoles su magia más oculta. Ahora, los responsables del turismo romano quieren cuidar los mismos sitios de aquellas Vacaciones en Roma para que los amantes de la película revivan sus momentos más felices. Son de esta guisa los romanos, gente agradecida al cine. Cuando murió Marcello Mastroianni, hace algo más de 10 años, no se les ocurrió mejor homenaje que colocar dos inmensas bandas de seda negra en la Fontana de Trevi, que Fellini había convertido en leyenda en la película La dolce vita con el baño nocturno de una despampanante Anita Ekberg invitando a Marcello a acompañarla.

El mundo entero conoce Nueva York a través del cine (la misma Audrey extasiada ante el escaparate de Tiffany's, por ejemplo); París ha sido motivo de numerosos homenajes fílmicos -hasta existe una Filmoteca de París que sólo conserva las películas filmadas allí o que hacen alusión a la ciudad-, y Barcelona, que ahora está retratando Woody Allen, ha tenido en el cine un reflejo que la hace apetecible. Madrid es otra cosa, como se comprueba en El ultimátum de Bourne, que apenas luce la ciudad, deprisa y de forma trepidante, como es toda la película. Aunque ahora se estén rodando en Madrid varias producciones de presupuesto importante, los realizadores más modestos se quejan con frecuencia de los tropiezos que encuentran para rodar en las calles de la capital. Lejos están los tiempos de Las chicas de la Cruz Roja o de Manolo guardia urbano, en que se cortaban al tráfico las grandes avenidas. Y hasta de Opera prima, la chispeante comedia de Fernando Trueba.

¿Podría rodarse ahora unas Vacaciones en Madrid de bajo presupuesto aunque fuera sin la eléctrica sonrisa de Audrey Hepburn? Hay instituciones para facilitarlo pero los cineastas se siguen quejando. Siempre les quedará Roma.

Marcello Mastroianni y Anita Ekberg, en <i>La dolce vita</i>.
Marcello Mastroianni y Anita Ekberg, en La dolce vita.
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