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Columna
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Centrado, moderado y pragmático

Como no se puede avanzar hacia un sitio en el que ya se está, que el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, afirme que el PP necesita convertirse en un partido "centrado, moderado y pragmático" debe querer decir que él sabe que en estos momentos no es nada de eso. Juan Urbano hizo esa reflexión mientras desayunaba en una cafetería y leía los periódicos, y se preguntó cuál de esas tres cosas es peor no ser.

Seguramente si en lugar de filósofo hubiese sido economista o político, la carencia que más le habría preocupado habría sido la última, porque no hace falta más que sacarle a unos cuantos sinónimos a pragmático para darse cuenta del mal camino por que va una formación que no es práctica, eficiente, capaz y todos los primos carnales de esas palabras: diestra, lúcida, astuta... Porque puede que el pragmatismo sea una pluma del pájaro del cinismo, especialmente para quienes le digan sí señor sin matices a aquella resbaladiza idea de Jean Paul Sartre de que todos los medios son buenos cuando son eficaces, pero tal y como está el mundo, carecer de él es poco menos que intentar nadar con las manos atadas a la espalda.

La enfermedad más dañina que padece el PP es la que el alcalde de Madrid ha diagnosticado

Pero, en cualquier caso, a Juan no le pareció que el lastre más pesado del PP que describía entre líneas Alberto Ruiz-Gallardón fuera ése, ni tampoco el segundo, la falta de moderación, porque ¿quién dice que ser moderado es bueno? ¿Moderado en qué sentido? ¿En el sentido de ser blando, reprimido, tibio, flojo...? A Juan le parecía, más bien, que ser moderado era otro peldaño de la misma escalera por la que se baja de ahí a ser equidistante, y después neutral, y luego indiferente, egoísta, hipócrita y cualquier otro adjetivo del negro etcétera de lo inconmovible. "Lo que tiene que ser un político no es moderado, sino todos sus antónimos, y defender sus convicciones hasta el fin", concluyó.

No, la enfermedad más dañina que padece el PP de los cuatro que ustedes ya saben, el invisible y los otros tres, es la que el alcalde de Madrid ha diagnosticado, seguro que no por casualidad, en primer lugar: es un partido que no está centrado, o sea, que está descentrado, en un extremo, gobernado por la histeria. Mala cosa, y no hay más que ver cómo han saltado sobre la ambición de Ruiz-Gallardón los aspirantes a hacer lo mismo, sólo que de manera más sibilina, que es esperar a que Rajoy pierda las próximas elecciones para sucederle como candidatos.

Y fíjense que, dejando aparte de la característica desfachatez de secretario general de los conservadores, que afirma que no se debe ostentar a la vez un cargo municipal y otro nacional, cuando él mismo fue simultáneamente alcalde de Ávila y senador entre 1991 y 1995, Juan Urbano no está muy seguro de que esas tareas sean compatibles y, además, no le agrada tener la impresión de que ser presidente de una comunidad autónoma o alcalde de una ciudad sean simples trampolines hacia el Congreso. Aunque, bueno, el que crea que el cargo para el que se le ha quedado pequeño tiene todo el derecho a buscar uno de otra talla. ¿Qué tal le quedaría a Ruiz-Gallardón el traje de presidente del Gobierno? Según sus compañeros de partido no centrados, moderados ni pragmáticos, mal, muy mal.

En el caso de Madrid, por añadidura, llueve sobre mojado, porque otra de las aspirantes a sustituir a Rajoy es, según todos los indicios, Esperanza Aguirre, de forma que parece que el poder local les sabe a poco. Aunque, claro, una cosa es que los dos íntimos enemigos quieran llegar al mismo lugar y otra que quieran hacerlo en la misma dirección, porque, siguiendo con el juego de los opuestos, si Gallardón se considera la única persona capaz de cambiar la dirección del PP, los que no quieren verlo de líder ni en pintura querrán lo contrario, seguir igual que ahora, tan descentrados.

Justo después de pensar eso, Juan echó a andar hacia el trabajo y deseó que la derecha lograra de verdad centrarse, tanto en un sentido ideológico como espacial. Es que ahora se les ve a menudo tan reaccionarios y tan crispados...

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