Arroz y morbo
No es que Madre Luna (Antena 3) quiebre ninguno de los esquemas de las telenovelas más tradicionales. Ricos y pobres. Buenos y malos. Guapas y guapos en ambos bandos. Lo de siempre. La fórmula ha funcionado desde hace más de cuatro décadas de factoría televisiva, sobre todo en producciones latinoamericanas. El nuevo culebrón vespertino perfecciona hasta las imperfecciones del género. El primer capítulo, emitido ayer, tuvo prácticamente la duración de un largometraje. Es el gancho. Y han echado anzuelo para tiburones. Posiblemente funcione bien entre el público español. ¿Los ardides? Música pegadiza, sexo arrebatador, secretos de familia y enemistades, bastante violentas.
Como en la popular Pasión de gavilanes, del mismo creador, Julio Jiménez, esta Madre Luna apuesta por la imagen de hombres jóvenes de musculosos torsos, brillantes y depilados. Mujeres hermosas y airadas. La estética de las novelas erótico-románticas. El tufo hipermachista de algunas escenas (por supuesto, hay también bastantes mujeres dentro de ese saco) se matiza con la "nobleza" de sentimientos de los protagonistas del triángulo amoroso (ella, su ex amante y el hijo de él). Una historia con morbo en el que la mujer en discordia, Alejandra (Amparo Grisales), tiene ya dos hijos veinteañeros.
La actriz colombiana es la gran baza de esta historia. Más que "bien llevados", los cincuenta años de esta mujer son la espléndida celebración de la belleza y el carácter. Una diva muy creíble. Amparo Grisales evoca la sensualidad y la fuerza expresiva de una Silvana Mangano en Arroz amargo. Salvando las distancias. Esto no es neorrealismo, más bien pseudo-realismo hispano globalizado (hay actores de varios países). Quizá las relaciono más estrechamente porque ambos melodramas transcurren entre campos de arroz. Pero algo hay.
En todo caso, la receta está completa. Prepárense para degustar durante una larga temporada arroz salvaje, arroz amargo y un empalagoso arroz con leche.
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