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Reportaje:

Sin toque de queda

La Costa del Sol garantiza turismo, tiendas, restauración y bares las 24 horas del día

Rebeca Carranco

El recorrido empieza en Nerja y cruza la Costa del Sol de cabo casi a rabo. El objetivo es pasar 24 horas del día disfrutando de las maravillas que ofrece el litoral más conocido de Andalucía que no son sólo las tres eses que llenan la boca de muchos turistas nada más bajar del avión: ¡Sex, sun and sangría!

- 08.49 Es la hora exacta que marca el reloj de la plaza del ayuntamiento de Nerja. En el Balcón de Europa, un mirador muy concurrido del pueblecito de Verano azul por sus vistas al mar, hay una cafetería llamada La Biznaga. Por su nombre, parece típica española. Nada. Carta en inglés, "pero por detrás está en español", dice el camarero. Desde los confines de Europa, se ve la playa desierta. Aún es demasiado pronto.

- 10.50 Parada en Frigiliana para admirar sus casas blancas como la nieve. Aunque es precioso, nadie advierte de lo claustrofóbico de conducir por sus calles angostas y empedradas. En la plaza del pueblo, se mezclan los lugareños, recios y tiznados, con la blancura aún impoluta de los turistas. Es un lugar exótico, con casas bajas, blancas y repletas de macetas con geranios; poco tráfico, poco ladrillo y poca construcción.

- 12.15 Para buscar la costa, hay que tomar la A-7, que lleva a la playa de Valle Niza, del municipio de Vélez-Málaga. Cruzando el pueblo, aparece la arena negra y un poco sucia de la playa. Sólo hay dos playeras muy atípicas que, además, han plantado una especie de chabola con maderas, cubiertas por toallas. ¿Para proteger del sol al bebé que llevan? ¿Para pasar una semana? En el lugar no hay hamacas. Tampoco chiringuitos. A lo lejos, se vislumbran cuatro sombrillas. "40 días y 40 noches aquí", saluda un hombre, muy moreno de piel. Se dirige a una mujer cargada con sillas de playa. La escena toma la forma inequívoca de un verano en la Costa del Sol.

- 14.15 Se tardan 25 minutos en recorrer un tramo que se hace en diez. La Costa del Sol se muestra en todo su esplendor. Pero el teleférico vale el esfuerzo. Quince cabinas, que suben unos 750 metros ("¡alta montaña!"), hasta la cima del Calamorro. El espectáculo es muy edificante, en el sentido estricto del término. Sólo se ven edificios. Ha llegado la hora de comer, y lo mejor es hacerlo en el pueblo, en un lugar que se define "casero". En unas sillas de plástico rojas y unas mesas cerveceras, por 7,5 euros, se come: gazpacho, un san Jacobo, patatas y un huevo frito. Café y bebida incluidos. De nuevo en el camino, en un coche cocido al sol.

- 18.30 En Mijas, la atracción municipal son los burrotaxis. Por 10 euros un burro, decorado estilo andino, pasea al turista por el pueblo. Por 15 euros, el viaje es en carromato. "Cuantos cabemos en la cacharra", pregunta una mujer, que coge de la mano a dos niños que miran a los animales con ojos como piruletas. Por la calle, esparcidas como miguitas de pan, están sus defecaciones chafadas. Huele a cuadra.

- 20.00 Puestos en animales, la siguiente parada es el Zoológico de Fuengirola. Curiosamente, está lleno. Nada tiene que ver con un zoo típico. Está en medio de la naturaleza, monos, aves extrañas, hipopótamos. La inmersión en el zoo es como entrar en un mundo a parte, selvático y bilingüe: se escuchan inglés y español casi a la par.

- 21.12 Ha llegado el momento de la joya de la corona: Marbella. Desde la carretera se advierte lo que se avecina, campos de golf, urbanizaciones, grúas, tochos... Pero Marbella no es sólo Malaya, ni inmobiliarias alemanas, inglesas, rusas... Es ¡Puerto Banús! Yates, coches de lujo, gente guapa. Desde las terrazas, sentados al sol, la gente les mira pasar. "¡Marta! ¡Éstos quieren ir a ver el barco ese grande!" le grita un hombre a su mujer. "Pues vete tú", le contesta. Marbella es lujosa y grande, y conviven Guccis con chanclas de playa. En tanto, se ha hecho negra noche. Y es joven y ferial, en la capital malagueña.

- 00.24 Calle Larios, en el centro de Málaga, aún no es demasiado tarde para cenar. Se prodiga el producto nacional. "¿Un poquito de Cartojal para beber?", pregunta el camarero. El restaurante está rebosar, parece que nadie tiene horario ni prisa, sólo calor. La broma asciende a 60 euros.

- 01.38 Después de recorrer tres bares, llenos y sin estilo definido (ahora Bisbal, ahora AC/DC), la única nota en común es el calor y las horas acumuladas de fiesta pintadas en las caras. El último lugar para quemar las ganas que queden de baile es la "feria de noche".

- 02.50 Después de las casetas y las sevillanas, el hambre llama de nuevo. En la zona del Palo, El Pimpi sigue abierto. "¿Unas gambas a la plancha son posibles aún?". "¡Claro!", contesta el dueño del garito, que es poco más que una barra. Ya no quedan dudas, la Costa del Sol no tiene horario, ni toque de queda, ni nada que se la parezca. Entre santos y Jesucristos colgados en la pared, la gente se contornea con el folclore de Antonio Molina.

- 05.00 Después de más bares, llega el momento del recuento: Verano azul, pueblos blancos, playas, teleférico, gazpacho, burrotaxis, tigres, yates, ferias... El día se acaba, pero antes, una visita a urgencias, para ver qué efecto provocan los excesos. Las administrativas en recepción aseguran que la noche ha sido tranquila: "La gente está pasándoselo bien". En la sala de espera, sólo se encuentran dos hombres durmiendo a pierna suelta en las sillas de plástico azul del hospital. Las noticias que esperan nos les quita el sueño.

Después de más de 20 horas de trayecto, llega el punto y final, aunque la Costa del Sol tiene cuerda para rato.

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

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