Rossini, en su salsa

No hay espacio más desangelado en toda la Europa festivalera que el de la Adriatic Arena, en la zona de los suburbios industriales de Pesaro. Pero allí reina Rossini y la fealdad cambia de signo ante el despliegue de belleza indefinible y narcotizadora.

Las dos nuevas producciones de este año del Rossini Opera Festival se desarrollan allí. Ambas tienen un interés fuera de serie. En Otello canta Juan Diego Flórez el papel de Rodrigo, poniendo la carne de gallina al espectador más insensible. Es la suya una lección de fraseo, de color, de estilo. Podía hundir la representación con el grado de exquisitez y perfeccionismo que desarrolla y, sin embargo, ahí están estupendos también los otros dos tenores del reparto, el estadounidense Gregory Kundy y nuestro José Manuel Zapata.

De la cantera de la academia proviene Olga Peretyatko, que hace una Desdémona llena de musicalidad y buen gusto. Dirige sabiendo lo que Rossini necesita Renato Palumbo, y aporta Giancarlo del Monaco una mirada conceptual, con el acecho del mal y el hechizo del mar como motivos conductores, jugando con nueve puertas como elementos básicos de lenguaje y acentuando la expresividad con el color de un vestuario en el que se siente a Venecia.

La gazza ladra iba aparentemente de telonera y se ha convertido en una de las sorpresas del verano. Vocalmente están inmensos Michele Pertusi y Alex Esposito, aunque la gran revelación de la noche es la granadina Mariola Cantarero, en su seguramente mejor personaje hasta la fecha.

El joven chino Lü Jia borda la dirección musical con una precisión rítmica arrebatadora y el jovencísimo Damiano Michieletto se descuelga con una puesta en escena audaz y llena de sugerencias, que convive a las mil maravillas con la música chispeante y vital de Rossini. Pesaro está que se sale este verano.