Entrada prohibida, circulación continua
Cientos de vehículos pasan cada día por una calle de Centro reservada a ambulancias
Hace sólo unos días, un camión de bomberos quedó atascado en su viaje porque había en la calle un coche mal aparcado. Eso ocurrió en Alcalá de Henares. Una mujer murió en aquel incendio.
En la calle de San Ignacio de Loyola, en el distrito de Centro de la capital, junto a Gran Vía, una señal indica que es sólo para emergencias, pero centenares de coches circulan por ella cada día y más de dos veces los vecinos han visto cómo las ambulancias se han quedado atascadas esperando a que se disuelva algún atasco. También es de uso para la policía y para los bomberos, aunque estos últimos no suelen usarla porque es muy estrecha.
A pesar de las señales que indican que el tráfico está restringido, los coches no sólo circulan cada día sino que usan el claxon constantemente, para desesperación de los vecinos, cuando la caravana no avanza. Los conductores no manifiestan ningún temor a ser pillados por la policía, puesto que los agentes están prácticamente todos los días en la plaza de España, viendo sin inmutarse cómo circula el tráfico de manera ilegal. Cuando se les pregunta si no pueden ellos hacer cumplir la norma de tráfico que el Ayuntamiento ha puesto, explican que no, que hay que reclamar en algún departamento del Ayuntamiento.
"El ruido es infernal. Hay que hacer algo", se queja Carlos Graña, un vecino, que además es el presidente de la comunidad de uno de los bloques más afectados. "La calle es muy estrecha y está en cuesta. Los coches tienen que subir acelerando. Eso incrementa el ruido y la contaminación", añade. Los vecinos de los pisos más bajos muestran las plantas de sus ventanas ennegrecidas por los humos de los tubos de escape.
El Ayuntamiento de Madrid no dice nada al respecto. Consultados varias veces, la respuesta siempre ha sido el silencio.
"¿Qué hay que hacer para que se cumpla la ley?", se pregunta otra vecina. Y algunos, con niños pequeños, se asoman a horas intempestivas de la madrugada para pedir silencio a los enormes camiones que descargan en esa calle, porque ahí están las puertas traseras del teatro Coliseum, cuya entrada principal está en la Gran Vía.
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