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Haber seguido a lo largo de esta semana un programa diario que se emitía a las 2 de la mañana (la hora en que habitualmente apago el televisor) me ha abierto un campo insospechado de conocimiento sobre los usos televisivos. Todos sabemos que las horas tardías propician la relajación de costumbres, pero lo que yo no podía ni imaginar es que el desenfreno también afecta a los anuncios emitidos en esa franja horaria. ¿Más sicalípticos que los de la sobremesa? Naturalmente. Se supone que los niños duermen, y los adultos necesitan un esparcimiento, satisfecho quizá con la oferta de películas porno y líneas calientes. La gran sorpresa surge de la longitud, y no estoy hablando de tamaños sexuales. Me refiero a esos interminables spots de madrugada que el fan (por ejemplo) de la serie Queer as folk (Cuatro) debe tragarse en los intermedios: algunos duran cinco minutos de reloj de machacona propaganda sobre las bondades de una cama de aire "para tus invitados", un dispensador de cerveza de barril o un nuevo colchón Pikolin que nos hará dormir con la conciencia tranquila, pues la firma comercial destina una parte de sus ingresos, dice, a la lucha contra el cáncer. Publi-reportajes se llaman esos tan largos, pero hay otros, como el de la Fanta sin gas, auto-definidos como "ficción publicitaria", sin duda porque su personaje volador podría confundirse con cualquier héroe de dibujo animado ahora tan en alza.
Así que me entretuve en ver, a otras horas, el lado publicitario de la vida. El Telediario 2 de David Cantero (TVE-1) mostró en pantalla partida las imágenes de la famosa bandera de titanio puesta por los rusos en las profundidades marinas del Polo Norte y un fotograma idéntico de la película Titanic. Putin tiene oficio en comercializar la verdad, y no digamos en dispensar productos letales de gama alta. A las 2 de la mañana del sábado (me he aficionado a esa hora), Todos a 100 (la Sexta) incluía un publi-reportaje sobre el miembro viril de Charles Chaplin, tan prodigioso como su bastón, y unas parejas anunciaban sus propias gestas sexuales. ¿Por hacer dinero o por hacer ficción?
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