Matar a un perro rabioso
Anders Roslund (Jönköping, Suecia, 1961) y Börge Hellström (Estocolmo, 1958) se conocieron cuando el primero preparaba el documental Enciérralos para la televisión sueca. Hellström, cofundador de una organización benéfica para la reinserción de los presos, se convirtió en uno de los protagonistas del filme.
A ambos, muy diferentes, les interesaba el tema y se decidieron a escribir a cuatro manos La bestia (Planeta). Explican que intentaron hablar de asuntos que fueran pura invención o exageraciones, pero no son invenciones, aseguran. El resultado es una novela durísima, en la que cuentan la historia escalofriante de un psicópata violador, torturador y asesino de niñas -los autores no ahorran detalles-, que se fuga de prisión y vuelve a violar, torturar y asesinar. Fredrik Steffanson, el padre de la niña de cinco años muerta, mata al psicópata.
Estalla la histeria colectiva. Steffanson es un héroe. El padre destrozado hace lo que la sociedad no puede: evitar que un asesino escape, garantizar la vida de una niña. Se celebra el juicio y los magistrados le dejan en libertad, porque el asesinato del psicópata fue "un acto de fuerza razonable". Se producen agresiones a presuntos pedófilos en diferentes lugares, el fiscal apela la sentencia, hay manifestaciones a favor del héroe en toda Suecia.
En La bestia, Roslund y Hellström exhiben una notable economía de medios. A diferencia de su colega Henning Mankell, de quien se declaran deudores, en sólo 286 páginas ofrecen una exhaustiva información crítica sobre el sistema policial, judicial y penitenciario sueco sin que en ningún momento pese sobre la trama, que es trepidante.
Roslund y Hellström admi
ten que su novela es crítica con Suecia. "Es una visión triste, pero cierta. Está demostrado que una sociedad con una policía superpotente y un sistema judicial severo no garantiza un decrecimiento de la criminalidad". Los dos autores estuvieron en Barcelona para presentar la novela, su estancia coincidió con la puesta en libertad del "segundo violador de l'Eixample" y lo pusieron como ejemplo. "¿Qué pasaría si volviera a atacar? ¿Cómo se lo tomaría la gente?", se pregunta Roslund. "Nadie sale mejor de la cárcel. Es un problema internacional. La prisión sirve para castigar, no para tratar o preparar la reinserción del recluso", añade Hellström. Conoce bien la cárcel por dentro, "aunque no era tan agresiva como la que aparece en la novela". "Soy ex convicto y ex drogadicto, pero estoy limpio y sereno desde hace 40 años". Hellström es ahora funcionario de prisiones graduado y se ha especializado en la reinserción de delincuentes y drogadictos. Delito y droga forman un cóctel mortal, afirma.
Reconocen ambos que en algunos momentos, en casi todos, la novela es muy dura. "No queríamos que los lectores se sintieran mal, pero así es la vida. No nos lo hemos inventado. No hay finales felices". En su opinión, Steffanson mata al asesino de su hija no "por venganza, sino por hacer limpieza". "Steffanson dice: 'He matado a un perro rabioso para evitar que ataque de nuevo y alguien sufra lo que estoy sufriendo yo".
"Pero matar no te devuelve a la persona que has perdido", concluyen.
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