"El mejor, pero con trampas"
Barry Bonds logra el récord de 756 'home runs' en el béisbol estadounidense ante duras acusaciones de dopaje
El letrero Road to History (Camino a la historia) estaba colocado en el AT&T Park de San Francisco desde que el lunes los Gigantes recibieron a los Nacionales de Washington para su serie de tres encuentros en la Liga Nacional de béisbol. El sábado, en San Diego, Barry Bonds había igualado el récord de home runs (carreras conseguidas al lanzar fuera del campo la pelota de un solo batazo). La plusmarca, considerada en EE UU como la más prestigiosa de sus deportes, ha llegado bajo la alargada sombra del dopaje. Bonds no jugó el domingo porque quería lograr el home run 756 en casa, donde podría celebrarlo sin las críticas que recibe en todos los campos. No pudo en el primer partido, pero sí en el segundo, el martes. Ya es líder en solitario, pero sólo San Francisco absuelve al gran sospechoso. Bonds se enfrenta incluso a una acusación de perjurio por negar a un gran jurado que ha tomado drogas cuando las evidencias son abrumadoras.
En medio de la polémica, una frase de una vieja estrella del béisbol resonó con fuerza entre las muchas opiniones después del récord batido: "Puede ser el mejor jugador de la historia, pero ha hecho trampas". Y cuando alguien le preguntó a Bonds si el récord se podía considerar manchado olvidó su sonrisa y volvió a estar cortante, como cada vez que le recuerdan el dopaje: "No está manchado, nada de eso, y no voy a contestar preguntas inconvenientes", dijo.
De momento, que no le quiten la fiesta iniciada a las nueve menos diez de la noche en San Francisco (seis menos diez de la madrugada del miércoles en España). Nadie pareció acordarse de los anabolizantes ni de las hormonas de crecimiento que desde 1993, cuando llegó a San Francisco, y a partir de 1998, sobre todo, le permitieron multiplicar el número de batazos enormes, según todos los indicios. Uno de los principales responsables de la trama de dopaje que salpicó a Bonds es el fundador de los laboratorios Balco de San Francisco, Victor Conte. Ayer, Conte -inculpado en los casos de dopaje de los atletas Marion Jones y Collin Montgomery- negó que dopara a Bonds. "Le preparé un complejo nutricional entre 2000 y 2003, para complementar con un programa de levantamiento de pesas", dijo Conte; "nunca le di esteroides. Ese tipo [Bonds] es uno de los deportistas que más ejercicio hace".
En la quinta entrada del partido del martes, el bate de Bonds impactó en la sexta bola, que voló unos 135 metros hasta la grada más baja de enfrente. Bonds le regaló a Bacsik, el lanzador, el bate firmado. Matt Murphy, un hincha con la camiseta de los Mets de Nueva York, que había comprado la entrada el mismo día, salió al cabo de un rato protegido por la policía, pálido tras la lucha por coger la pelota que le hará millonario si la vende.
En la tierra, Bonds repitió el ritual de los home run. Mientras pasaba por las bases veía fuegos artificiales y oía sólo aplausos. Su hijo Nikolai de nuevo le abrazó el primero, pero ya estaba toda la familia, incluida su madre, y el legendario Willie Mays, su padrino, cuarto en la lista de home runs con 660. El poseedor del récord durante 33 años, Hank Aaron, le felicitó en una pantalla gigante. Gentil hipócrita, pues había dicho que no quería estar presente. Bud Selig, el comisionado del béisbol, no acudió. Felicitó por teléfono a Bonds, pero emitió un comunicado con broche sombrío: "Los problemas que se han suscitado alrededor de este récord se continuarán investigando en busca de una solución".
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