La otra cara de la educación

Una vez más, aquellos que se presentan a las oposiciones a profesores de secundaria piensan que por poseer cientos de diplomas y certificados que avalan sus conocimientos están capacitados para ser profesores. En el tiempo que llevo como profesora de secundaria creo que sólo he podido aplicar el 20% de mis conocimientos sobre lengua y literatura, eso si llega. Sin embargo, me las he tenido que ingeniar para tratar con alumnos con necesidades educativas específicas, los llamados alumnos NEE, es decir, alumnos con síndrome de Asperger, síndrome de Down, con riesgo de exclusión social, con problemas de hiperactividad, etcétera, para los cuales, por ley, es necesario hacer adaptaciones curriculares, unas veces totales, otras significativas, y además deben estar integrados en el aula con los mal llamados alumnos "normales" (medida con la que estoy totalmente de acuerdo si el profesorado tuviera la ayuda necesaria y no trabajáramos en un aula masificada de 30 o 35 alumnos).

El derecho a la educación es un derecho de todos; por eso, la ley promueve la adaptación y la diversificación curricular. Muchos de los opositores que se presentan a las pruebas de acceso a la función pública docente están ampliamente cualificados en cuanto a conocimientos, debo decir todos. Poseer las herramientas necesarias para atender a la gran diversidad de alumnado que existe hoy en las aulas es otro tema y eso es lo que se les exige: que, además de poseer conocimientos, tengan cursos de metodología, didáctica, coeducación, relaciones en la escuela, etcétera. No por tener el Premio Nobel de Literatura quiere decir que yo sea una magnífica profesora de literatura. Ésta es la premisa que debe conocer un buen profesor para poder educar a sus alumnos, que al fin y al cabo se traduce en humildad y formación continua.