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EE UU multiplica la ayuda militar a Israel para que afiance su poder en la región

Washington compensa su respaldo a la modernización armamentística de Arabia Saudí

En los últimos meses y lejos de la atención mundial, Israel y Estados Unidos han mantenido agrias diferencias que estuvieron a punto de derivar en una crisis bilateral. El motivo fue la intención del Pentágono de vender abundante y moderno material militar a otro gran aliado, Arabia Saudí. Israel, que había expresado su temor a que dicha ayuda pusiera en peligro su superioridad bélica en la zona, arrancó finalmente una suculenta promesa del presidente norteamericano, George W. Bush: algo más de 22.000 millones de euros de ayuda militar en los próximos 10 años.

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"No hay duda de que [la ayuda] supone una mejora significativa en el presupuesto de Defensa y garantiza nuestra superioridad militar en la región", reconoció ayer el primer ministro israelí, Ehud Olmert, confirmando el acuerdo al que llegó con Bush el pasado 19 de junio en la Casa Blanca.

Respecto al suministro de fondos y armamento a Arabia Saudí y a otros países árabes, cifrado en unos 14.600 millones de euros, Olmert afirmó: "Entendemos que Estados Unidos necesite ayudar a los países árabes moderados, que se alinean en el mismo frente en la lucha contra un enemigo común, Irán", en referencia al programa nuclear que está desarrollando Teherán.

Paralelamente, Washington prepara un programa de ayuda militar por valor de 9.500 millones de euros para Egipto en la próxima década.

El incremento de la asistencia norteamericana a Israel supone un 43% más que en la última década (6.600 millones de euros más), con lo que a partir de 2009 la ayuda será de casi 2.200 millones de euros anuales, en lugar de los actuales 1.700 millones. Suficiente para calmar los temores del Ministerio de Defensa israelí ante la modernización militar de Egipto, Kuwait, Bahrein, Qatar, Omán, los Emiratos Arabes Unidos y Arabia Saudí.

Hace dos meses, dos altos funcionarios de Defensa (los generales Ido Nejshotan y Amos Guilad, director del departamento político-militar del ministerio) mantuvieron en Washington "intensas y duras" conversaciones con sus homólogos estadounidenses. Israel consideraba que la venta de las sofisticadas armas, en especial buques de guerra, nuevos aviones y las llamadas "bombas inteligentes", guiadas por satélite (GPS), "daña seriamente la actual superioridad militar y tecnológica del Tsahal [Ejército israelí]".

En dichas conversaciones, el Pentágono no se echó atrás y amenazó a Israel con apartarle de futuras maniobras militares conjuntas. "Los saudíes se han comprometido a pagar al contado, sin demoras ni plazos. Hay en juego muchos intereses y sobre todo muchísimo dinero", reconoce una fuente del Pentágono. Finalmente, el presidente Bush intervino con una solución salomónica y costosa: seguir adelante con la ayuda a Arabia Saudí, país suní que teme el creciente poderío del régimen chií de Teherán, y al mismo tiempo, dar a Israel una parte del pastel. Según diversas fuentes, Olmert logró también el compromiso del Pentágono de exigir a los saudíes que no almacenen las "bombas inteligentes" en las bases más cercanas al territorio israelí.

La espectacular contribución de EE UU a sus aliados en la conflictiva región debe pasar aún el difícil examen del Congreso, escenario de un no menos espectacular juego de intereses entre republicanos y demócratas. Como telón de fondo, además de la alianza con Israel y Arabia Saudí, está el duelo con el Irán de Mahmud Ahmadineyad, el futuro de Irak (donde el Gobierno chií no es del gusto del régimen saudí), la cuestión palestina y el suculento negocio armamentístico.

Bush sabe que, sin el guiño económico y militar a Israel, el Congreso difícilmente apoyaría el rearme de los países del Golfo Pérsico. Por otro lado, la Casa Blanca no desea perder al amigo saudí, que podría lanzarse a los brazos de Rusia o China, que han intensificado sus ventas armamentísticas a Siria e Irán. Otro punto colateral importante es que Bush convencería de esta forma a Arabia Saudí a que participara en la conferencia internacional de paz, prevista para este otoño.

Los analistas militares israelíes especulaban ayer con lo que se ha dado en llamar la "lista de compras", es decir, las prioridades para "aprovechar el regalo del Tío Sam". El objetivo primordial es el F-22, el caza de combate más moderno del mundo y que hasta el momento sólo ha sido utilizado por la aviación norteamericana. Conocido como el Invisible y valorado en 131 millones de euros, reforzaría considerablemente su ya de por sí poderosa flota aérea. En la "lista de compras" aparecen también buques de guerra y el último modelo (C130J) de los aviones Hércules.

Si se confirma este incremento en la asistencia militar, Olmert y Bush salen ganando. El primero se apunta un tanto como garante de las "inmejorables relaciones" con su principal aliado en el mundo, además de llenar y mejorar el arsenal del Tsahal, que el verano pasado afrontó una complicada contienda bélica de 34 días contra las milicias de Hezbolá, en el sur de Líbano.

Bush sale también fortalecido al beneficiar a la poderosa industria militar estadounidense, a sus aliados en el mundo árabe (en estado de alerta y pavor ante el enemigo común, Irán) y a su amigo Olmert.

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