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Reportaje:TOUR 2007

El amarillo más serio

Alberto Contador viste al terminar la etapa el 'maillot' de líder abandonado por Rasmussen

Carlos Arribas

Un periodista italiano ironizaba en el Aubisque a cuenta de la invisibilidad de sus compatriotas en la carrera. "Ah, ya empiezan a aparecer los italianos", dijo, aplaudiendo triste cuando se conoció el positivo de Moreni. Un día más tarde podría haber añadido a su colección una segunda aparición transalpina en las carreteras del Midi francés: disputando los minutos de la basura del Tour de la basura.

Un periodista italiano ironizaba en el Aubisque a cuenta de la invisibilidad de sus compatriotas en la carrera. "Ah, ya empiezan a aparecer los italianos", dijo, aplaudiendo triste cuando se conoció el positivo de Moreni. Un día más tarde podría haber añadido a su colección una segunda aparición transalpina en las carreteras del Midi francés: disputando los minutos de la basura del Tour de la basura. Para lo que han quedado los nietos de Coppi y Bartali. Un italiano, Bennati, ganó la etapa más intrascendente de un Tour que inició la subida a París tan desnortado que ni siquiera guiaba el pelotón el faro habitual del maillot amarillo. No había. Al que lo llevaba, Rasmussen, lo había retirado su equipo, el Rabobank; al que debería llevarlo en su lugar, Alberto Contador, no se lo entregaron, cuestiones reglamentarias, hasta terminar la etapa. Y ni siquiera su hermoso maillot blanco de mejor joven, símbolo de pureza, pudo derrotar a las sombras. Más que pedalear, los 141 forzados de la ruta meditaron cabizbajos sobre las miserias de su deporte.

Después, en el podio, a Contador le cayó el maillot amarillo sobre su cabeza. Quizás peor que si le hubiera caído el cielo.

De Contador, que tiene 24 años, siempre se dice que ha acumulado tantas experiencias duras estos últimos años -incluido un aneurisma que por poco acaba con su vida, una exclusión con el Liberty la víspera del Tour- que tiene la madurez de una persona mucho mayor, pero esta verdad la desmentía este Tour todas las tardes cuando subía feliz, con su cara de niño asombrado, a recibir su maillot blanco cotidiano. Ayer subió a por el amarillo, una prenda que se habría negado a llevar si se la hubieran ofrecido por la mañana. Y de repente fue como si el niño se hubiera convertido en un adulto sin ilusiones. Ni una sonrisa en el podio. Un regalo envenenado en el pecho. Consciente de que el amarillo más que de felicidad ha llegado acompañado de desgracia. Consciente de que si a Rasmussen lo mataron las sospechas, a él nadie le iba a ahorrar el mismo tratamiento. Aunque su peripecia vital y deportiva esté tan alejada de la del danés.

"¿Sospechas?", dijo el de Pinto. "Tal y como está el ciclismo es lógico que recaigan sospechas en quien llega a ser el número uno, pero eso es bueno, porque si sospechan significa que eres el mejor".

"¿Sospechas?", se preguntó el director del Tour, Christian Prudhomme, el hombre que ha decidido imponer su propia ley a aquellos a los que considera indignos de su carrera. "La única buena noticia ha sido que su equipo despidiera al líder. Contador es, por lo menos, más creíble, y tan creíble como el resto del pelotón. Lo que quiere decir que es igual de sospechoso". En el ciclismo, en efecto, la presunción de inocencia ha sido sustituida por la de culpabilidad sin posibilidad de vuelta atrás. "De todas maneras", prometió misteriosamente Prudhomme, "ha llegado el momento de que la sombra de la sospecha abandone el Tour".

Lo cual no evitó que a Contador, cual neófito de una secta o una fratría universitaria, la prensa vigilante, con ademán de fiscal franquista -de éstos que después te sueltan eso de si es así que Dios te premie y, si no, ay de ti-, le obligara a algo así la jura de santa Gadea o a la renuncia a Satanás.

-"¿Estás limpio?"

-"Sí (por la gracia de Dios), si no, no estaría aquí", respondió Contador, para quien su equipo, preocupado por la presión tremenda que habrá de soportar hasta el domingo, ha organizado un plan de protección, un esquema de respuesta a todo tipo de preguntas.

-"¿Te has saltado algún control por sorpresa?" (¿Cuántas veces, hijo mío?).

-"No, ninguno".

-"¿Has estado con Eufemiano?" (Satanás).

-"Estuve en el equipo inadecuado en el momento inadecuado".

-"¿Y has frecuentado a Ferrari?" (otro demonio).

-"No, ni lo conozco de vista".

Así empezó su reinado el décimo español que viste de amarillo. Bahamontes, Ocaña, Delgado e Indurain lo llevaron hasta París. A Contador le falta una contrarreloj de 55 kilómetros, defendida por una ventaja de 1m 53s, para conseguirlo. Y después, a rezar.

Una azafata ayuda a Alberto Contador a enfundarse el <i>maillot</i> amarillo tras el término de la etapa.
Una azafata ayuda a Alberto Contador a enfundarse el maillot amarillo tras el término de la etapa.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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