Del Olmo y Patiño
Supongo que el juez Del Olmo empezará a recibir a partir del lunes un cursillo acelerado sobre los nuevos mass media y sus fabulosas capacidades de amplificación por otros medios. Porque si de lo que se trataba era de prohibir una portada en los quioscos por injurias a la Corona, pocas veces una injuria real habrá obtenido un share más alto y no sólo dentro de nuestras fronteras. La portada secuestrada (120.000 ejemplares) fue sin discusión la imagen más vista ayer en nuestras pantallas a pesar de que las televisiones no la dieron, o la emitieron de fondo y refilón. El gran error del juez Del Olmo, que también ordena en su auto "destruir los moldes originales", como si todavía funcionase el viejo sistema Gutenberg, no radica en su personal interpretación constitucionalista de la libertad de expresión, sino en la amplificación sin fronteras de su desfasado despiste mediático y de su increíble analfabetismo tecnológico acerca de las nuevas tecnologías de la imagen, y cuyo axioma reza: cualquier imagen censurada, por el simple hecho de serlo y sin importar su contenido, disfrutará de una amplificación infinitamente mayor que si la imagen no hubiera sido tocada. Primera ley, o sentencia, del viejo principio de reproducibilidad técnica de Walter Benjamin y que supongo el juez Del Olmo habrá oído hablar en sus años universitarios.
El problema es que esa misma noche, en los estudios estridentes de Antena 3 (¿Dónde estás, corazón?), la periodista de investigación María Patiño, famosa por su vena, intentaba patéticamente amplificar su gesto heroico de la pasada semana: ser la primera entrevistadora del mundo que abandona dizque indignada un plató porque su contrincante Bárbara Rey, otra referencia monárquica, habló de las extensiones de su pelo y los atajos en su vida profesional. El trash de Antena 3 sólo trataba por todos los medios, incluido YouTube, de amplificar a grito pelado las imágenes del muy fingido abandono del plató ante la Rey, pero el juez Del Olmo, horas antes, puso en su sitio a la Patiño: sólo se amplifica desde la inocencia o la ignorancia supina.
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