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Columna
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La Gestapo

Manuel Rivas

Así no hay quien viva. Tres años sin apenas salir de casa. Con la Gestapo en la calle. Yo siempre he sido una persona de orden. He confiado siempre en el Estado. En la policía, en los jueces y en los ujieres. En los bombos de la lotería. En el seleccionador nacional. En el Instituto Meteorológico. En el sumiller de cortina y en el veedor de viandas. En los puntos geodésicos. En el Estado, sí. Pero sobre todo en la policía. El otro día leí una entrevista a un escritor que había ido a la guerra de joven, y contaba que cuando comenzaron los combates su primera reacción fue llamar por teléfono a la policía: "Oiga, agente, hay aquí un montón de tipos que pretenden matarse". Yo haría lo mismo. Hasta que pasó lo que pasó. ¿Podemos creer en un Dios malo? Yo no, allá ustedes. Sin embargo, eso fue lo que ocurrió con la policía hace tres años. Que se hizo mala. Una especie de posesión diabólica. En vez de investigar a fondo el 11-M, una extraña red de policías, guardias, espías y fiscales hicieron todo lo posible para ocultar la verdad. Después, los policías empezaron a dar escolta a los terroristas vascos para que pudieran operarse de almorranas. Claro, estas cosas uno al principio no se las cree. No se tambalea la fe en el orden por unas almorranas. Como dijo Fraga en insigne ocasión, todos tenemos culo, dispensando. Pero la prueba decisiva de que la policía española estaba sufriendo un proceso de abducción fue cuando se procedió a la detención de dos amantes del orden, participantes en una amena manifestación convocada contra la ruptura de España y de paso, mediante una entrañable tradición con palo de bandera, comprobar la consistencia craneal del ministro de Defensa. A continuación, la presidenta de la Comunidad advirtió que la Gestapo estaba tomando posiciones en Madrid. El ex ministro de Interior denunció una ofensiva político-policial que ponía en riesgo la democracia. Desde las mismas filas de la resistencia, en algún lugar de Tierra Mítica, el maquis de Benidorm, Eduardo Zaplana, llamó a luchar contra la dictadura. Ahora, el Supremo dice que eran buenos. Los policías. ¿Se puede salir ya a la calle? ¿Se ha ido la Gestapo? ¿Regresará el subcomandante Zaplana de su refugio en la selva levantina?

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