_
_
_
_
Reportaje:

El mejor de todos

Sizzla incendió Razzmatazz 2 con un impecable y contagioso concierto de 'dancehall'

Con el dancehall está pasando en Barcelona algo parecido a lo que ocurre con el hip-hop. Hay afición, comienzan a menudear las actuaciones de ambos estilos, pero la mayor parte de las veces, los conciertos se salvan más por la voluntad del público que por los méritos de los artistas. En el caso del hip-hop se añade la escasa consideración que muchas de las estrellas del género tienen por un mercado para ellos anecdótico por diminuto. Por su parte, los artistas de dancehall han comenzado a visitarnos desde hace menos tiempo y han tenido que solventar, al menos Beenie Man, las críticas de aquellos colectivos que se sienten blanco de los ataques homófobos fruto de la ultraortodoxa religiosidad jamaicana. Sizzla, el último en llegar, también podría haber sido objeto de las mismas protestas, pero por las razones que fueran, su presencia sólo tuvo relevancia musical.

Y, dígase a las primeras de cambio, Sizzla realizó un concierto superlativo capaz de reconciliar a los escépticos con el dancehall. Su actuación fue mucho mejor que las ofrecidas por compañeros generacionales suyos como Anthony B o Beenie Man, entre otras cosas porque para Sizzla el dancehall -una variante de reggae más rápida en cuanto a ritmo y con la voz recitada- es un punto de partida que enriquece con aportes rítmicos muy variados. Por eso, a lo largo de su actuación, compuesta por cerca de 40 temas en apenas una hora y pocos minutos, se oyeron bases que remitían al house, al reggetón, al soul, al hip-hop inglés onda Streets e incluso se dejaron ir vaharadas turbias que evocaban al two step, estilo callejero londinense cuyas raíces bien podrían estar en concomitancia con el dancehall según lo entiende Sizzla. A esto se debe añadir una sala literalmente incendiada por un artista capaz de mantener un recitado constante, enérgico y potente. Sizzla tuvo constantemente la palabra rastafari en los labios, conminando a una revolución espiritual con África como destino final para los rastafari. El resultado fue espectacular, un concierto sin altibajos, en constante progresión y con la sala a todo esto casi completamente llena con mucha afluencia de público francés y africano, literalmente desbocada. En definitiva, un concierto explosivo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_