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MIRADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La cabalgada fantasma

Las retransmisiones deportivas han adquirido en España un carácter en el que el ditirambo abochorna por su descaro. Hay consigna. Y cuanto peor está un deporte más esforzados se muestran los intermediarios de la palabra en pintarnos una épica que ni en la Cruzada contra el terror.

El ciclismo, devastado por el dopaje en el que alquimistas españoles han tenido participación destacada, aunque también por ciclistas que suben à bloc -pasa tú que no tengo prisa- rocosos farallones en el Tour, recibe una adulación televisiva que se autoanula por lo desorbitada. Pero la realidad no deja de imponerse, y el seguidor pierde la fe. Este año, el ciclista alemán Patrik Sinkwewitz ha dado positivo a un filete de testosterona, y las dos televisiones públicas de la República Federal, ARD y ZDF, han tirado de deontología suspendiendo las retransmisiones. ¿Ha de pagar el aficionado por el pecado de un profesional? ¿No es, acaso, mejor luz y taquígrafos, para que no quede sanción ignorada, ni virtud sin recompensa?

El gesto resulta, pese a todo, relativamente inocuo para Alemania, que sólo ha vencido en una grande boucle, con Jan Ullrich en 1997, y es todavía un pueblo de lectores, con lo que éstos tienen la prensa para enterarse de que este año tampoco ganarán la ronda francesa. Pero pruébese a sufrir acometidas de dignidad semejantes en la tele española y se arma; sobre todo este 2007 que está ya virtualmente confirmado que entre los 10 primeros habrá al menos cinco españoles, y de las tres medallas de honor dos se quedarán en la Península. Y, así, en las teles públicas españolas seguiremos oyendo verso y cantata sobre lo que un día fue el mayor espectáculo del mundo. Ahora especiado con EPO y otros frutos amargos.

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