Tres atentados en cadena causan 85 muertos en la capital petrolera del norte de Irak
El polvorín multiétnico de Kirkuk, asentado sobre un mar de petróleo en el norte de Irak, volvió a saltar ayer por los aires. Al menos 85 personas murieron y más de 180 resultaron heridas -decenas, en estado crítico- en los tres atentados suicidas encadenados que aterrorizaron la ciudad, situada a unos 250 kilómetros de Bagdad. La mayor parte de las víctimas perecieron destrozadas o abrasadas al estallar un camión cargado con cuatro toneladas de explosivos ante la sede local de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), el partido del presidente iraquí, Yalal Talabani, cuyos milicianos controlan esa provincia desde la caída del régimen de Sadam Husein, en 2003. Kurdos, árabes suníes y turcomanos se disputan la riqueza de Kirkuk. La Constitución iraquí prevé que sus habitantes tendrán que decidir en un referéndum antes de que acabe este año sobre su integración en la región autónoma del Kurdistán.
Las imágenes llegadas desde Kirkuk mostraban al mediodía de ayer un enorme cráter ante las oficinas de la UPK, con decenas de vehículos, viviendas y comercios calcinados. Muchas de las víctimas mortales se encontraban en un autobús que transitaba abarrotado por la zona. Al menos dos edificios completos se derrumbaron a causa de la explosión. Otro camión bomba estalló poco después ante la parada de autobuses situada en el mercado de Hasira, en el centro de la ciudad. Una tercera explosión de un automóvil registrada en la zona sur de Kirkuk acabó con la vida de un policía y provocó heridas a otros seis agentes. Las fuerzas de seguridad kurdas aseguraron que un cuarto coche bomba pudo ser desactivado a tiempo.
El pasado día 7, el atentado causado por un camión repleto de explosivos causó 105 muertos en la localidad de Amirli, cercana a Kirkuk. Aunque ningún grupo se atribuyó los atentados, el Ejército de EE UU, que ha reforzado su despliegue en Bagdad y en el centro del país, sospecha que los terroristas de Al Qaeda han trasladado sus ataques hacia el norte tras verse hostigados.
Los peshmergas (milicianos) kurdos ocuparon Kirkuk sin resistencia en abril de 2003, poco después de la caída de Bagdad en manos de las fuerzas estadounidenses. Desde entonces controlan todos los resortes del poder, desde la alcaldía de su capital hasta la gobernación de la provincia. Las fuerzas kurdas, investidas como policía local, patrullan también sus calles ante la mirada de las tropas estadounidenses acantonadas en el aeropuerto y en los accesos a los humeantes yacimientos de petróleo.
La Constitución iraquí de 2005, que reconoció el autogobierno en las provincias de Erbil, Dohuk y Suleimaniya, dejó en suspenso la integración de Kirkuk en el Kurdistán iraquí y aplazó cualquier decisión hasta la convocatoria de un referéndum, cuyo plazo expira el 31 de diciembre, según su artículo 140.
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