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Entrevista:Martiño Rivas | AIRE LIBRE

"Vi cerdos salvajes en la playa"

Martiño Rivas, actor gallego de 21 años que protagoniza la serie El internado, recuerda con cariño sus viajes a Brasil y Cuba.

Pregunta. ¿Qué descubrió en Brasil?

Respuesta. Un pequeño pueblo paradisiaco llamado Jericoacoara, en el Estado de Ceará, al noreste de Brasil.

P. ¿Y cómo es este paraíso perdido?

R. Es una antigua villa de pescadores. No hay alumbrado público en las calles, y en lugar de asfalto, hay arena de playa.

P. Dan ganas de irse a vivir allí.

R. No hay más que ver cómo disfrutan los niños del pueblo. Por las tardes juegan al fútbol en la playa y luego sacan los instrumentos de percusión, hacen hogueras y practican capoeira toda la noche.

P. Habrá todo tipo de fauna.

R. Desde luego. Un día estaba en la playa y me llevé un susto de muerte cuando apareció una manada de cerdos salvajes. Y el tamaño de las langostas que traían los pescadores asustaba.

P. ¿Qué hay que hacer para llegar?

R. Cuesta lo suyo. Desde Fortaleza se coge un autobús que tarda un día en llegar a un pueblo remoto. Desde ahí hay que coger un camión que recorre la playa durante otras dos horas.

P. También estuvo en Cuba.

R. Me divertí muchísimo, especialmente en La Habana. Recuerdo que nos cayó encima uno de sus famosos chaparrones veraniegos. No fallan. Todos los días a las cinco de la tarde cae un diluvio, y a los 20 minutos, se detiene.

P. ¿Encontraron algún lugar donde ponerse a cubierto?

R. Sí, en el patio de un hotel. Lo sorprendente es que la gente de ahí, que está acostumbrada, sigue andando por la calle como si tal cosa.

P. Alguno seguro que se queda en casa.

R. Qué va, ni se inmutan. No se resguardan salvo en caso de fuerza mayor. Una vez una señora se refugió con nosotros porque se le mojaba una tarta enorme de varios pisos, de merengue rosado -me fascinó lo mucho que gustan en Cuba los dulces supervistosos y empalagosos- que llevaba. Iba dejando un reguero de merengue rosa por donde pasaba.

P. ¿Estaría disgustada?

R. Para nada. De hecho, se apartó a una esquina, se encendió un puro habano y se quedó fumando tranquilamente mientras esperaba a que dejara de llover.

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