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Reportaje:

Un inquietante felino en tierra de nadie

El festival Inn Motion otea en Barcelona la escena experimental con géneros fronterizos

Un inquietante felino sonríe con aire maléfico desde el cartel de la cuarta edición de Inn Motion, festival internacional de artes escénicas y visuales aplicadas a la realidad, que se clausura hoy en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). El catálogo del evento está bien como referencia, pero nadie debería tomarse al pie de la letra las etiquetas de género que acompañan a cada espectáculo. El mestizaje y el tránsito por territorios fronterizos son justamente el distintivo de la escena más experimental y, en buena lógica, también de este pequeño muestrario organizado por la Asociación Cultural Conservas, con Simona Levi a la cabeza.

Quizá contagiado por el gesto de la tenebrosa mascota de Inn Motion, al espectador se le puede quedar la sonrisa malformada con algunas de sus propuestas. La indefinición provoca a menudo cierta incomodidad, y ésta es una baza que emplean a fondo algunos participantes. En la jornada inaugural, la mayor dosis de ambigüedad la aportaron los integrantes de la compañía Cuqui Jerez. Bajo el epígrafe de danza, el grupo logró sembrar el desconcierto entre los presentes con The real fiction, espectáculo que mezcla sibilinamente no sólo herramientas escénicas diversas, sino también los conceptos de verdad y mentira.

Sin duda, muchos espectadores debieron de sentirse (moderadamente) incómodos con la experiencia. No sólo desde un punto de vista intelectual, sino también físico. La grada instalada en el vestíbulo del CCCB resultó insuficiente para acoger al público congregado. The real fiction es un espectáculo largo, a ratos divertido hasta la carcajada, construido a partir de ingeniosas repeticiones. Aunque los intérpretes tiran demasiado del hilo y no iría mal algún recorte.

La propuesta de Cuqui Jerez fue el plato fuerte de una sesión que se inició con un desfile de moda que tampoco era tal. Había, sí, una pasarela como las que suelen utilizarse para las garbosas procesiones de modelos. Pero éstas habían sido reemplazadas por dos chicas con una infinita imaginación para transformar in situ, sobre sus propios cuerpos, una camisa en un vestido, una falda en un sombrero, una camiseta en un traje de noche. Una actuación breve, llena de ironía, que parecía burlarse de esos trajes inverosímiles que muchos diseñadores presentan como muestra de genialidad.

Algo parecido a la danza

Mucho más descarnada fue la actuación de Bea Fernández, de la Compañía Las Santas, en la plaza de Joan Coromines. De nuevo descolocado, intentando buscar un hueco con visibilidad estimable entre racimos de espectadores, en su mayoría jóvenes, el público asistió de pie a una performance emparentada con la danza cuyo mayor mérito estuvo en el uso del espacio. De esa explanada salpicada de árboles, con una iluminación dramática compartida por el CCCB, la Universidad Ramon Llull y, aunque de lejos, también por el Macba, que validaba la metáfora según la cual las nuevas escenas se sitúan a menudo en tierra de nadie.

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