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Columna
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Amooor

Soy de los que se alegran del regreso de don Rodrigo Rato, si es que se ha producido, como apunta claramente el diario italiano Corriere della Sera, por amooor. Muy bien, pero que muy bien. No sólo vuelve a su patria para contraer matrimonio -caso de que el rumor sea cierto- con la mujer a la que ya amaaaba cuando era candidato a que Aznar le golpeara con su dedazo de designar sucesor, sino que posiblemente retorna -y ahí están los mentideros políticos y otros hervideros, divulgándolo- para convertirse en sucesor del preferido, Rajoy, hoy ya prácticamente sucedido.

Lo cual nos mete de lleno en Veinte años después, segunda parte de El conde de Montecristo, que es mi libro de venganzas de cabecera.

Si a don Rodrigo le rechazaron, dándole como consuelo el Fondo Monetario Internacional, en lugar del sillón que ahora ocupa el señor Mariano, no se debió ello, me parece, a deméritos profesionales ni políticos, sino precisamente a ese nuevo gran amooor que irrumpió en su vida, conduciéndole al divorcio de su santa esposa y, lo que es peor -lo que es mortal de necesidad- al escandalizado repudio de la no menos santa Ana Botella, que ya ha asesinado -políticamente hablando- por causa de disipación y pelillos a la mar a un Álvarez Cascos, y en cuyo regazo se fraguan no pocas castidades legionarias.

Y hete aquí que el designado a candidato a presidente non nato del Gobierno por el Partido Popular, el hoy líder de la manifiesta oposición que se opone hasta a la educación para la ciudadanía en las escuelas -y eso que es repadre, parece-; hete que Rajoy va a perder las elecciones por dos motivos. Uno, porque es más malo como aspirante que lady Macbeth como organizadora de banquetes. Y dos, porque a Rodrigo Rato le ha bastado con asomar el pelillo único para que a la gente sensata del Partido Popular les haya venido Dios a ver. "Qué gran candidato nos perdimos", se dirán, "qué pedazo de debate si hubiera hablado Rato, a quien no se le ablanda el cerebro en las saunas".

No ha tenido que esperar veinte años, como Edmundo Dantés allá en la mazmorra marsellesa. Tres años después de haber tocado el Fondo, regresa por amooor. No sé ustedes, pero yo lo noto ya en el aire de Madrid.

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