Un tío duro
Toni, entrenador de Nadal, lucha contra los que doran la píldora al tenista porque "nadie es especial"
Rafael Nadal lo ha aprendido todo de un tío duro. El hombre en cuestión era capaz de controlar la lluvia y el sol a su voluntad. Podía parar un partido empleando la fuerza de su mente. Y tenía hechizado al niño-jugador al que dio una raqueta "a los tres o cuatro años" para formar por cuenta propia a un tenista de impacto universal. El número dos mundial, que hoy juega contra el sueco Robin Soderling (a partir de las 12.00), creció "creyéndose cualquier barbaridad". Escuchando con ojos desorbitados las historias de su tío Toni. Convirtiendo cada mentirijilla en una verdad. Y subiendo al técnico hasta el altar de los padres deportivos. Hoy, Toni no es sólo su entrenador. Es su life coach, una especie de gurú vital, como lo define Joan Forcades, el preparador físico de Nadal.
"Cuando deje de jugar, será una persona corriente. Que se acostumbre a que no todos le den la razón"
"Yo siempre he sido un entrenador muy duro", explica Toni frente al viento que asuela el Aorangi Park, las pistas de entrenamiento de Wimbledon. "Soy una persona exigente. No me gusta ni dorar la píldora a nadie ni exagerar las cosas. Hay motivos para saber que soy un tío duro: nos hemos entrenado de forma exigente. Y no soy el típico entrenador que da la razón al entrenado. Acostumbro más a no dársela en cualquier tema: hablando de fútbol o de filosofía. Es una cuestión de principios".
Toni desprecia muchas de las consecuencias del estrellato. El entrenador, que vivió el éxito del Barça del dream team, en el que jugaba su hermano Miguel Ángel, observa con suspicacia las hipérboles que acompañan al triunfo. Es alérgico al peloteo.
"Ya hay mucha gente que suele atender a Rafa de forma exagerada para que yo contribuya aún más a eso", argumenta; "muchos te ríen todas las gracias, aunque no la tengas, cuando triunfas. Como yo sé que eso pasa, procuro hacer lo contrario. Para que tenga los pies en el suelo y porque es lo que toca. Aunque si uno no tiene los pies en el suelo sólo es porque es idiota", añade; "¿quién es especial? Nadie. ¿Zapatero es especial? En absoluto. Es especial lo que hace. Si deja de ser presidente, será alguien normal, como lo era antes. Y, cuando deje de jugar al tenis, Rafael será una persona bien corriente. Así que mejor que se acostumbre a que no todo el mundo le dé la razón".
Nadal confía ciegamente en Toni: "No puedo pensar en estar sin él". Con siete años, jugó contra un chico de 12. "No te preocupes", le vino a decir Toni; "si la cosa va mal, hago que llueva". Cuando empezaron a caer las primeras gotas, Rafa miró a su tío: "Puedo ganarle. Para la lluvia". El crío tenía razones para creer que todo era posible. Tío y sobrino ven un partido por la tele. Ivan Lendl domina. Toni critica lo mal que juega. Avisa de que va a concentrarse para que se retire. Y Lendl abandona.
Rafael, claro, no sabía que era un partido grabado. "De niño, era un chico muy inocente", recuerda Toni en Wimbledon. "¡Se lo creía todo! Pero yo se lo hacía para que nos riéramos, no para que fuera bien en el tenis. No tenía significado tenístico", matiza. "¿Tenía de esa manera más confianza en mí? No. Al revés. Te dices: 'el tío se cree cualquier barbaridad", continúa; "era el único sobrino de la familia. Tenía una relación en la que era como un juguete: le llevaba al fútbol, hacía todo siempre con él. Según ha pasado el tiempo, soy más entrenador que familiar. Lo profesional está por encima".
"No tienen una relación de tío y sobrino, sino de respeto de Rafa hacia Toni", dice Manuel Santana; "Toni tuvo la habilidad de convencer a [Carlos] Moyà, un gran jugador, de que jugara con un niño cuando no debía ser muy divertido para él".
Cuando Nadal cogió su primera raqueta, Toni y sus historias de leyendas estaban allí. Desde entonces, sólo algo ha cambiado: cuando Wimbledon se anega, Rafa no le pide a Toni que haga que pare de llover.
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