_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Alinghi o New Zeland

Miquel Alberola

A primera vista, la victoria del Alinghi o del Team New Zeland debería ser un dato indiferente para los valencianos, como, en el fondo, puede que así suceda. Al fin y al cabo, la vela no es un deporte de mayorías, aunque hace unos años tampoco nadie practicaba el esquí o el golf y ahora rara es la familia que no tiene sumos pontífices de lo uno o lo otro. Después de todo, la sociedad ha pasado del mango de la azada al taco de billar sin hacer apenas descomprensión. Los suizos defienden la posición (la jarra de las cien guineas) y los neozelandeses atacan para arrebatarla, y eso desde el punto de vista deportivo admite múltiples posiciones, matices e incluso variadas metafísicas. Sin embargo, para Valencia no se trata exclusivamente de eso. Y no sólo por la eventualidad de que la ciudad repita como sede de la competición, lo que según algunos finos analistas favorecería al PP y en consecuencia se ponen del lado neozelandés (¿acaso para resucitar a la oposición con ritos maoríes?). Detrás de este pulso deportivo entre millonarios hay en juego un modelo estratégico de ciudad. Si gana el Team New Zeland, el evento se ira de Valencia y otros millonarios que no se ven, como es el caso de los presidentes de Mediterranean Shipping Company (MSC), Maersk o China Shipping, no tendrán enfrente ningún inconveniente para que el lobby portuario que los representa, con fondos del Estado, les tape con una castaña de hormigón la dársena que ha conquistado la ciudad e implante una explanada de contenedores muy productiva, aunque para muy pocos bolsillos. Si es así, Valencia habrá perdido la oportunidad de empezar a recuperar la fachada marítima para aprovechar su potencial y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Pero además, Valencia tendrá que asumir deportivamente que el Estado convierta en un gasto estructural las reposiciones de arena que el agua se lleva de las playas de La Malva-rosa y El Saler, y que por tanto no destine esos fondos a otros frentes prioritarios. Por el contrario, si el Alinghi logra retener la Copa del América, existen muchas posibilidades de que Valencia pueda repetir una experiencia que, a tenor de todos los datos le ha resultado muy productiva y que ha repartido dinero en muchos bolsillos, como restaurantes, comercios, hoteles, taxis, museos, alquileres... Pero además, la ciudad puede profundizar en la experiencia y convertir en estructura lo que ha sido una coyuntura provechosa que, desde el punto de vista medioambiental, es mucho más satisfactoria. Si gana el Alinghi y se queda, ganamos todos. Si no, los de siempre.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_