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Ibarretxe atraviesa el ecuador de su mandato con el tripartito sobrepasado tras el 27-M

El 'lehendakari' entabla un pulso con su partido por la proyección de futuro de la coalición

El tercer mandato del lehendakari Juan José Ibarretxe ha pasado el ecuador al mismo tiempo que las elecciones municipales sancionaban, después del primer aviso de las autonómicas de 2005, la insuficiencia de la fórmula tripartita que le sostiene. Las manifestaciones de los más significados dirigentes del PNV le han puesto incluso fecha de caducidad-las elecciones autonómicas de 2009- y queda con ello sobre el tapete la incógnita sobre la continuidad del liderazgo de Ibarretxe para intentar un cuarto mandato, después de su apuesta incondicional por esa fórmula.

La decisión será sobre todo de él mismo. Pero la abierta contradicción entre la reiteración del lehendakari en la apuesta por la fórmula de su actual Gobierno más allá de este mandato, y el límite de tiempo y ámbito -2009 y el Ejecutivo autonómico- que le ha puesto el PNV, pone sobre la mesa la incógnita sobre la proyección de futuro de su liderazgo.

El tripartito se va convirtiendo en una apuesta personal de Ibarretxe, que choca ya contra la realidad de dos elecciones y que, si no se revela practicable en las autonómicas de dentro de dos años, le puede invalidar para liderar otras fórmulas de gobierno.

La crisis en la que se han enredado los socios se apaciguará en buena medida con el previsible cierre del pacto para la Diputación de Guipúzoca. Pero eso no modificará la cuestión de fondo: una realidad electoral que, por dos veces ya, ha avisado de la insuficiencia aritmética de la fórmula tripartita. Ésta se ha demostrada en realidad endémica: los tres partidos no han sumado la mayoría absoluta ni en los momentos más dulces de los 600.000 votos de la coalición PNV-EA en 2001. Y sólo desde que se combina con los pactos presupuestarios con el PSE dispone de cierta comodidad básica para gobernar.

La voladura de la coalición nacionalista, los resultados de mayo y la pelea en que se han enfrascado los tres socios después, lo ponen en seria crisis. La fórmula parece blindada para el Gobierno, pero su proyección de futuro aparece ya seriamente tocada -hay quien piensa que incluso sentenciada-, y es justamente la persistencia de Ibarretxe en su apuesta por ella lo que puede arrastrar su liderazgo.

El riesgo que corre está matizado, sin embargo, por la necesidad que su partido tiene de él. Consciente de esta baza, no se recata en mostrarse en contradicción con los pronunciamientos de la dirección del PNV.

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A ello se añade la guerra interna que desataría la busqueda de un nuevo candidato y el aprecio que le mantienen las bases. Además, cuenta el poder autónomo que ha cobrado, en lo que constituye una situación anómala y excepcional para la cultura del PNV,y que se sustenta en una doble condicion que sigue disfrutando: la de salvador del partido en 2001 frente a la OPA constitucionalista y la de junta de unión entre los dos sectores, en liza desde 2004.

Sin embargo, en el partido, seria y determinantemente contrariado con el juego de los socios menores en los acuerdos postelectorales, ha causado decepción su actuación. Ibarretxe habló la semana pasada, cuando el partido empezaba ya a reprocharle su silencio, pero fue para expresarse en sentido contrario al que los suyos habrían deseado y encontrado lógico, dadas las circunstancias y el comportamiento de EA y EB en ayuntamientos y en las Juntas Generales de Guipúzcoa.

Lejos de demostrar a sus cosios firmeza y reconducirles a la lealtad, realizó lo que se considera un ejercicio de laissez faire con premio añadido, al verbalizar por sorpresa la semana pasada su apego incondicionado a la entente tripartita, sin ninguna reconvención ni advertencia. En el PNV se mantiene una actitud de total respeto hacia Ibarretxe y lo que pueda ser en su día su decisión de repetir por cuarta vez como candidato a lehendakari o de no hacerlo. Pero igualmente se dice claro que el partido tampoco puede dejar de hacer lo que las circunstancias exigen y lo que la razón electoral dicta, ni atarse a una apuesta que los datos demuestran que ya no vale.

De ese futuro a dos años vista, se considera prematuro hablar. Y no tocará hacerlo antes de que pase la asamblea general de este año y las elecciones generales del próximo. En el PNV hoy sólo existe el presente, y éste es ya de por sí complicado como para incorporarle ahora mismo la variable de un hipotético relevo de Ibarretxe.

Ese presente pasa, en cuanto se solventen los flecos pendientes de las elecciones municipales -con la complicacion sobrevenida de los ayuntamientos sin constituir-, por una asamblea general para elegir nueva ejecutiva y a su presidente. Un proceso ya abierto en el que se sumergerá del todo el partido desde la vuelta del verano hasta diciembre. El líder del sector crítico, Joseba Egibar, no ha descartado aún presentar una lista propia ni es previsible que desvele su juego pronto. Introducir en esa marejada el factor Ibarretxe parece lo último que el PNV puede permitirse.

Sólo queda la consulta

Aunque pueda parecer extemporáneo y contrario a muchas lógicas, se da por seguro que el lehendakari hará de la consulta popular sobre la violencia y el derecho a decidir el eje de la segunda mitad de su mandato. Puede parecer también contraindicado tras el correctivo electoral -150.000 votos y cuatros escaños menos- cosechado en 2005, pero Ibarretxe considera que con esa oferta siguió siendo el vencedor de las elecciones y que cumplirla es lo que toca ahora.

En todo caso, tampoco le queda más munición que ésa para llenar el vacío de los dos años que tiene por delante de la que declaró "la legislatura de la paz y de la normalización política". Ésta ha transcurrido hasta ahora sin que haya tenido ocasión de desempeñar ningún papel central, porque ese tiempo ha estado protagonizado por otros, salvo en lo que a la actuación judicial contra él se refiere.

El fracaso del proceso de paz le deja libre ahora un espacio que no vacilará en ocupar, pese a que con ello violentará la principal condición que se autoimpuso: que la convocatoria de esa consulta se realizaría siempre y sólo en ausencia de violencia.

Además de en su programa electoral y en su discurso de investidura de 2005, Ibarretxe ha recordado periódicamente su intención. Sólo el anuncio de la tregua por parte de ETA en marzo de 2006 impidió que tomara la iniciativa antes. La consulta era la "iniciativa política de calado" con la que amagó un mes antes para el caso de que las conversaciones no cristalizaran.

Ahora sí ha llegado su momento. Afecto como es a amarrarse a sus compromisos hasta el final, en círculos políticos se estima que no cambiará ahora de proceder, aunque a los ojos de otros esa persistencia se dé de bruces incluso con lo conveniente para sus propios intereses, tal y como demostraron las elecciones tras el Plan Ibarretxe.

Del cómo, el qué y el cuándo, irá dando razón según crea conveniente a partir del verano. El debate de política general de finales de septiembre será el momento de añadir nuevos elementos.

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