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Reportaje:La batalla contra los incendios

"Necesitamos romper la ley del silencio"

La Guardia Civil ofrece medidas de protección de testigos a quien ayude a atrapar a incendiarios

Sonia Vizoso

El silencio cómplice con el que los vecinos de las aldeas gallegas responden a un incendio provocado es resistente pero no irrompible. Soporta el embate de un interrogatorio policial o la imagen de la naturaleza chamuscada, pero se derrumba cuando las llamas ponen en peligro las viviendas. "En la primera quincena de agosto del año pasado aquí se trabajó de maravilla. Ibas a una aldea después de un fuego y todos te decían 'fue aquel, fue aquel". La avalancha de testigos que relata el agente Souto, guardia civil especializado en capturar a los culpables de los incendios, se esfumó en poco tiempo.

Pasada aquella oleada de fuegos junto a las casas, nadie recordaba ya en Galicia si había visto a alguien sospechoso cerca del lugar donde empezó el humo. Los encargados de investigar los fuegos subrayan que los testimonios de los vecinos son "la parte más importante" de su trabajo, pero también donde más "trabas" encuentran. El miedo a la "venganza" de los delincuentes y las reticencias a pasar por los juzgados explican en parte esta "ley del silencio" que los investigadores creen necesario romper.

La forma de las plantas apunta dónde se inició el fuego pero descifrarlo puede llevar una semana

Las autoridades repetirán este verano las medidas de protección de testigos que ofrecieron el año pasado a quienes aportaron información. "El problema es que la gente no se fía", lamenta Souto, que recorre cada mes 4.000 kilómetros en busca de pruebas para detener a los causantes de esta catástrofe.

Este agente forma parte de Lume, la unidad creada por el Seprona el año pasado en Galicia para analizar las pruebas que permanecen en los terrenos quemados y que sirven para atrapar a los incendiarios. Con otros dos compañeros tiene a su cargo una extensa área de A Coruña que incluye Noia, Muros, Carnota, Mazaricos y Santa Comba. Durante el crítico agosto de 2006 él y el resto de guardias civiles tuvieron que ayudar a evacuar núcleos enteros cercados por las llamas. Estuvieron casi una semana sin dormir y no dieron abasto con la investigación. Las pesquisas para aclarar lo que ocurrió en Galicia entre el 4 y el 14 de agosto aún prosiguen.

Pillar in fraganti a un incendiario es casi imposible. Actúan en lugares cercanos a una carretera en curva y con facilidad para huir rápidamente. Pero, por si acaso, la zona que rastrea el agente Souto en busca de pruebas es patrullada por dos compañeros del Seprona desde primera hora de la mañana hasta la noche. Cada día, estos guardias civiles se dirigen a los municipios que la Consellería de Medio Rural marca por su alto riesgo de sufrir fuegos. Se colocan en lugares elevados para vigilar grandes extensiones de terreno y si por el camino se encuentran con algún transeúnte, lo identifican y registran su vehículo. Quien no quiera tener problemas paseando por el monte, debe consultar a diario en la web de la consellería cuáles son las áreas con el paso o ciertas actividades restringidas por el peligro de que se produzcan incendios.

La Guardia Civil no ha hallado entre las llamas el rastro de ninguna trama. Cuando capturan a los presuntos autores de un fuego intencionado se topan con perfiles poco propicios para formar parte de una conjura. Uno abusaba del alcohol, a otro le gustaba ver volar las avionetas. En A Baña, los miembros de Lume arrestaron a un hombre que confesó que haber quemado 300 hectáreas de monte para presumir ante las mujeres de sus dotes extintoras. Cuando iba preso, pidió a los agentes que parasen el coche para pedirle el teléfono a una chica que paseaba por la calle.

Luego están los negligentes, la minoría. Epi y Roberto, agentes del Seprona, aún recuerdan a un hombre mayor que se echó a llorar cuando ellos le recriminaron los riesgos que corría al quemar los rastrojos de aquella manera. "Son gente mayor que se limita a hacer lo que hizo siempre, no son conscientes del peligro", apunta Roberto.

Este guardia civil acaba de asistir a un curso para interpretar las pruebas del delito que permanecen en el aparente caos de las tierras arrasadas. Los troncos quemados y la dirección en la que se doblan las gramíneas (siempre lo hacen hacia el foco de calor) señalan la zona donde se inició el incendio. Delimitar el área donde se originaron las llamas es el principal objetivo de los investigadores, que en un fuego medio de 300 hectáreas pueden llegar a tardar una semana en localizarla.

En el maletín de los agentes de Lume viajan aparatos para medir la humedad, la dirección del viento y la pendiente. Analizan desde "los restos de un caracol hasta un bote de refresco", porque todos esos datos examinados minuciosamente ayudan a averiguar en qué punto depositó el incendiario la mecha o el recipiente con gasolina. Después le toca el turno a los vecinos. Sólo deben decir lo que vieron; la Guardia Civil es la encargada de ponerle cara al sospechoso. Lo habitual hasta ahora era que los testigos sufrieran un destructivo ataque de amnesia.

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Sobre la firma

Sonia Vizoso
Redactora de EL PAÍS en Galicia. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago. Lleva 25 años ejerciendo el oficio en la prensa escrita y ha formado parte de las redacciones de los periódicos Faro de Vigo, La Voz de Galicia y La Opinión de A Coruña, entre otros. En 2006 se incorporó a El País Galicia.

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