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Reportaje:

El lateral bromista

Abidal, fichaje del Barça, destaca por su potencia física y su buen humor

Jordi Quixano

Tras un paseo por la Plaza Sant Jaume y las Ramblas, donde se paró a escuchar unas cuantas canciones flamencas en un tablao, se acostó con la sonrisa en la cara. Había ganado el pulso al presidente del Lyon, Jean Michel Aulas, que se negaba a traspasarlo por menos de 20 millones. Pero la oferta de 15 millones del Barça y el aviso del jugador de que no regresaría a los entrenamientos surtieron efecto. Éric Sylvain Abidal (Lyon, Francia; 1979), con una cláusula de rescisión de 90 millones, firmó por cuatro años con el Barcelona, que abonará el traspaso en tres pagos y que deberá sumar otros 500.000 euros si el equipo consigue la Champions en las próximas cuatro temporadas. De gran zancada y excelente presencia física, Abidal despunta tanto dentro del campo como fuera de él.

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Los padres de Abidal emigraron de la isla antillana de La Martinica al barrio de Champlong, en la periferia de Lyon. Entre las callejuelas y los coches, Abidal aprovechaba el tiempo para darle a la pelota. Sus cualidades no pasaron inadvertidas para el Lyon-la-Duchère, que lo fichó y propició su salto a Primera. Eso ocurrió en 1999, cuando los ojeadores del Mónaco fueron a observar a Aulanier, que jugaba de delantero en el Niza y que se medía al Lyon-la-Duchère. Abidal secó al ariete y se ganó el contrato para el Mónaco, donde no triunfó porque Evra, Squilachi y Givet le cortaron el paso. La falta de continuidad, sin embargo, no le apagó su alegría, característica que le define. Todos recuerdan el día que se presentó al vestuario vestido como Steve Urkel -protagonista de la serie Cosas de casa-. "Hasta el serio de Puel [el técnico], se desternillaba", recuerda Abidal, que pasó dos temporadas nefastas y se marchó al Lille, de nuevo con Puel.

En el Lille brilló con luz propia al tiempo que se ganó la etiqueta de polémico; en diciembre de 2003 le acusaron de traficar con hachís. Meses después le declararon inocente y se supo la verdad: Abidal le dejó su coche a unos conocidos del barrio, que presuntamente estaban implicados en temas de drogas. Tras el susto, Abidal recobró el ánimo y las ganas por el fútbol. Tanto, que en la prensa francesa le bautizaron como el defensa de los marcajes a la culotte; juego de palabras que se refiere al marcaje férreo, bien pegado a los pantalones rivales. Sus buenas actuaciones, además, le valieron para llegar al Lyon y a la selección de Francia. "Es el más cachondo del vestuario", le reconoció el técnico Raymond Domenech durante el pasado Mundial.

Amante de la música rap e íntimo de Ribéry (Bayern de Munich), Abidal se convirtió al islamismo para casarse con Hayet, argelina con la que tiene dos hijas. "Ella es la que más me hace reír", asegura el lateral. Pero no siempre está de broma. Como, por ejemplo, en otoño de 2005, cuando se produjo en Francia la revuelta social. "No me extraña que pase esto. A la gente de mi barrio, sin ir más lejos, nadie le da trabajo", aseguró Abidal, que ayer se presentó en sociedad con la camiseta del Barça. "Tiene un físico extraordinario, es rápido y defiende muy bien", aseguró Txiki Begiristain, director deportivo azulgrana. "Necesitaré un tiempo para adaptarme, pero estoy al nivel de la competición y espero ganar todos los títulos", respondió Abidal. Y si es con risas, mejor.

Abidal, ayer en su presentación.
Abidal, ayer en su presentación.REUTERS

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