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Reportaje:MÚSICA

El retorno impar de Tracey Thorn

Coincidí con Neil Tennant (Pet Shop Boys) en una fiesta y me preguntó qué estaba haciendo con mi 'maravillosa voz'. En tono de broma, le dije que la empleaba para gritar a mis hijos. No paré de darle vueltas luego, camino de casa: fue en parte lo que me llevó a grabar otra vez". Tracey Thorn (Hatfield, 1962) rememora la génesis de Out of the woods (EMI), su elegante retorno en forma de pop-folk electrónico después de años de silencio. La cantante y compositora, mitad de Everything But The Girl, no pisaba prácticamente un estudio desde 1999, poco antes de que con su también pareja sentimental, Ben Watt, decidiera aparcar el dúo. Mientras que Watt, reconvertido en DJ de éxito y fundador del sello Buzzin' Fly, nunca abandonó el mundillo, Tracey optó por volcarse con los tres críos de ambos: "A menudo te sientes como un sargento mayor uniformado, y parece que no haces otra cosa sino darles voces, pero luego ves los telediarios y te das cuenta de lo mucho que aprecias su existencia y el que estén a salvo". La experiencia maternal de Tracey no resulta baladí en Out of the woods. De hecho, inspira una de sus cumbres, Nowhere near, provista de un arreglo casi pastoral que choca con la letra: "Oscura y problemática, como a veces me parece la maternidad, algo extremo, con subidas y bajadas bruscas. Me gusta ese contraste, que la música no te advierta de lo turbio del asunto. Eso sería demasiado fácil".

El nuevo álbum supone el segundo de Tracey en solitario en un cuarto de siglo. En 1982 registró A distant shore, una obra minimalista, de voz y guitarra, justo antes de conocer a Ben Watt en la Universidad de Hull y formar Everything But The Girl. Los lectores del diario The Guardian lo acaban de incluir entre los 20 grandes discos ocultos de la historia, para regocijo de Tracey: "Me produce risa, porque vendí bastantes copias y aún debo de tener un disco de oro por alguna parte, pero está bien que algo que hice a toda velocidad y sin ninguna ambición dure tanto". Aquella Tracey Thorn nada tiene que ver con la de 2007, rodeada de colaboradores del campo de la electrónica. Algo no extraño, si se recuerdan los últimos trabajos de Everything But The Girl, donde ella y Ben insuflaron con brillo beats a su melancolía pop. La actual mano derecha de Tracey es el productor Ewan Pearson, con el que ha elaborado siete de las canciones de Out of the woods. "Me atrajeron su apertura mental y nuestros gustos comunes: Dusty Springfield, Rufus Wainwright, Feist

...", detalla Tracey.

La impronta de cada músico electrónico invitado, sus diferentes estilos, quedan unidos por la voz de la británica, cuyo objetivo primero era hacer un disco de versiones. "No estaba segura de poder escribir un álbum entero, pero luego los temas comenzaron a fluir", confiesa la cantautora, que incluyó un tema de Lou Reed en A distant shore y ahora hace lo propio con una composición de otro icono neoyorquino, el fallecido chelista y productor dance Arthur Russell. "Ambos comparten cierta coraza exterior y un corazón verdadero que late por debajo, paradoja que también poseen por ejemplo Nico y su álbum Chelsea girl, un trabajo seminal para Ben y para mí. Ella canta con aparente indiferencia, pero los arreglos son muy cálidos". Y como homenaje a la alemana, Tracey toca el armonio en el nuevo disco, además de guitarras, piano, órgano y omnichord. Eso no quita para que sus prestaciones vocales prefieran un acompañamiento instrumental parco. "Creo que mi voz gana cuando hay espacio alrededor", asegura, algo harta de que se anteponga su garganta a sus finas calidades compositoras.

Otra de las gemas de Out

of the woods narra la historia, en una ciudad minúscula, de una adolescente agredida por sus compañeros de instituto. ¿Reminiscencias de su Small town girl, escrita en 1982 a propósito de su vida en la pequeña Hatfield? "Yo nunca fui acosada, pero sí que aquella vida me parecía un infierno. Y mi visión romántica de Londres como solución resultó ser cierta". ¿El drama de una joven e inquieta Tracey en un marco asfixiante? Poca cosa frente a la dureza del síndrome de Churg-Strauss, rara enfermedad del sistema inmunológico que casi se lleva a Ben Watt en 1992. "Su convalecencia fue un punto de inflexión para los dos. Nos llevó a reevaluar nuestra carrera y a seguir haciendo música por las razones correctas". Y mientras aparecen las de una posible vuelta de Everything But The Girl, a Ben le dedica ahora el primer single, It's all true. "Es la primera canción de amor que hago centrándome sólo en lo positivo. No querría repetir: supondría dejar fuera demasiadas cosas".

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