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Columna
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Los descentrados

Cuba venció a la selección gallega de baloncesto por 79-86. Gómez Noya fue segundo e Iván Raña tercero en la Copa del Mundo de triatlón. Rocío García es elegida mejor pilier del mundial femenino de rugby que se celebró en Canadá. Eva Castro sube al podio en el Campeonato Mundial de Mountain Bike. El Racing de Ferrol vuelve a Segunda A. Permítanme que les haga llegar estos titulares de las últimas semanas en el deporte gallego, pues si sólo leen este periódico es bastante probable que no se hayan enterado.

Pero no culparé a este periódico: para mucha gente el deporte es algo tan invisible en sus vidas como imprescindible es en otras tantas. No me refiero al fútbol (es decir, el Real Madrid) ni al automovilismo (o sea, Fernando Alonso), de los cuales es imposible escapar, sino más bien al resto de deportes que miles de personas practican o ven cada fin de semana. En su barrio, en el pueblo de al lado o al otro lado del Atlántico, donde esté la competición. Hay que penetrar muy profundamente en las tablas de clasificación del deporte local para enterarse de sus hazañas. Hay que soportar el tono chillón y acelerado de la mayoría de los locutores deportivos. Hay que sufrir un montón de anuncios de seguros, calefacciones y cuchillas de afeitar. Pero qué bonito es cuando alguna de estas noticias, alguno de nuestros deportistas, logra hacerse un hueco en lo que se llama información general. La pena es que para alcanzar esa meta haya que ganar, por lo menos, la Liga, el Tour de Francia o dos medallas olímpicas. También vale meterse en política. Párense a pensar: ¿le ponen cara a alguno de los nombres del párrafo anterior?

No digo que este u otros periódicos se tengan que dedicar todos los días a hablar de lo que hacen los deportistas de mi pueblo, pero me parece un poco injusto que sí debamos estar enterados de lo que hacen los poetas, cronistas y videocreadores de mi pueblo. Más que injusto, desproporcionado. Cierto es que en otros medios pasa al revés, pero no nos confundamos: una cosa no compensa a la otra. Sólo alimenta que vivan de espaldas entre sí, generando una atroz incultura deportiva, nada beneficiosa ni para el intelecto ni para la salud.

En Galicia arrastramos esa rémora tan española de tener que elegir entre ser intelectual o deportista (vale el sufijo de salón en los dos casos). Ni el sudor de la cancha atrae en modo alguno al estirado intelectual gallego -a menos que se trate, como con la selección de fútbol, de una cuestión nacional-, ni las divagaciones sobre qué es el cine gallego interesan por lo general a nuestros ídolos de la vela, ciclismo o triatlón. Bastante tienen unos y otros con entrenar en club náutico o dialogar en el Pazo de Mariñán.

Descerebrados cuyo autor favorito es Paulo Coelho unos, subvencionados que no paran de dar la tabarra otros, ya tenemos otra vez la caricatura de las dos Galicias incompatibles entre si, de la cual ninguna parece tener intención de desprenderse. O sea, que si su hijo es un gran delantero de balonmano pero en los tiempos muertos le gusta leer a Sartre, algo hay que hacer, bien con el deporte o bien con Sartre. No vaya a ser que se descentre.

Suerte que en medio de esa bipolaridad cada día hay más gente que vive descentrada. Los jóvenes tienen más acceso que nunca a la cultura y al deporte. Por una vez pueden elegir entre un montón de actividades de ocio, y lo mejor es que aún pudiendo no lo hacen. No es incompatible leer a Ferrín con ser un as del Pro Evolution Soccer. Se puede practicar atletismo y ver una exposición sobre videodanza (allá cada uno) en el mismo día, o llevar el Babelia para protegerse del sol a una competición de traíñas. O no hacer ninguna de las dos cosas. El público muchas veces es más abierto de lo que se cree, y casi siempre más de lo que lo son los agentes deportivos y culturales. Por eso creo que ya no es justo que se reserve la cultura a las elites y el deporte al populacho. Ni que se nos niegue un deporte propio cuando ya nadie nos niega el derecho a una cultura propia. En nuestro star system, de tenerlo, deben caber los Raña, Portela, Carril y Echavarri/Paz junto a los Tosar, Castaño, Prado o Moure. O si no que cada uno, como hasta ahora, siga conformándose con su medio país. Da muchos menos problemas que adentrarse a conocer el país entero.

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