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Reportaje:

El pie le creció tres números de tanto andar

Víctor Revenga, de 55 años, caminó 40 horas sin descansar, 244 kilómetros, hasta Fisterra

"Cuando llegué al hotel perdía el equilibrio, me iba para los lados. No me faltaban las fuerzas, pero me iba. Luego, al acostarme, empecé a notar los músculos cargados. Me tomé un antiinflamatorio, pero aún así no paré de dar vueltas toda la noche. Me costó mucho dormir".

A las 23.15 horas del sábado, poco después de pasar por la playa Langosteira sin parar siquiera a mojarse los pies, el vigués Víctor Revenga divisó una hoguera entre las rocas, en la falda del faro de Fisterra. Enseguida se dio cuenta de que no era una cacharela de San Xoán, sino la tradicional pira que encienden los peregrinos para quemar sus ropas cuando alcanzan el fin del mundo. El montañero, que cumple 56 este año y empezó a caminar hace solamente dos, a los tres días de divorciarse, acababa de culminar una aventura que nunca se planteó como un récord porque no sabe si lo es. Un reto que le llevó a atravesar Galicia en menos de 41 horas, desde la linde con León, poco antes de O Cebreiro, hasta el lugar donde más tarde se acuesta el sol, siempre siguiendo la ruta de las estrellas, en los dos días más largos del año.

No sintió nunca sueño. Le bastó con dos latas de esa bebida de cola que odia tanto

Fueron 244 kilómetros de caminata por la ruta jacobea, sin dormir ni tomarse más descansos que los cambios de ropa cada 40 o 60 kilómetros, sin echarse al cuerpo otra cosa que avellanas, pasas, "dos higos y dos dátiles", cada hora -cada seis kilómetros-, y fruta fresca y jamón serrano con pan de arroz en las comidas principales. El avituallamiento se lo proporcionaba su hijo, que iba en coche.

Víctor, que anda por el monte todos los días, "salvo los lunes" que va a la sauna a sudar lo que su cuerpo acostumbrado al ejercicio no suda de forma natural, llegó con tres kilos menos (salió con 69 y sigue usando el cinturón que compró al cumplir 16) y tres números más en los pies. Normalmente calza un 43, pero para andar usa dos pares de zapatillas del 46. La marca es Vasque, claro que eso es lo de menos: "Sabía que iba a llegar y por eso llegué".

Aunque también su amigo Lucrecio Álvarez creía que iba a llegar, y sin embargo desistió en Melide, cuando llevaba 130 kilómetros. Este porriñés, lo mismo que Revenga, es un deportista tardío. Después de hacerle tres by-pass, el médico le recomendó caminar una hora diaria. Lucrecio se tomó la prescripción tan en serio que empezó a caminar tres. Se hizo socio del club vigués Peña Trevinca y allí conoció a Víctor. El año pasado, Lucrecio anduvo de un tirón los 154 kilómetros que separan O Cebreiro de Compostela, y Víctor no pudo acompañarlo porque se había roto una tibia en el Pirineo Francés. Ahora es Lucrecio el que se queda con las ganas, pero promete que el año que viene, con 57 a la espalda, conseguirá llegar a Fisterra.

Para Víctor, los peores kilómetros fueron 33 de asfalto, cuando apretaba el calor, entre Negreira y Olveiroa. Ahí creyó que "pinchaba" como su compañero. Y tampoco lo pasó bien de noche, la del viernes al sábado, porque en la oscuridad "no encontraba" las flechas amarillas, y porque "pillaba todos los agujeros y todos los charcos". Eso machaca las puntas de los pies, las uñas y las caderas. Sueño, en cambio, no tuvo. Le bastó con dos latas de esa Coca-Cola que el resto del año odia tanto.

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