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Columna
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Las cenas

En cuestiones políticas, los gallegos nos hemos inclinado mucho más a la práctica que a la teoría. El padre del anarquismo, el topógrafo Ricardo Mella, sí fue más hombre de pensamiento que de acción, pero del progenitor del socialismo, el tipógrafo Pablo Iglesias, se recuerda más su tesón y sus convicciones que sus elaboraciones teóricas. No digamos en el lado opuesto. Francisco Franco, hizo, y sobre todo deshizo, pero sólo se le recuerdan dos reflexiones: "Haga como yo, no se meta en política" y "para mariñeiros, nós" (y la segunda se ha sabido hace poco). E incluso a Manuel Iglesias Corral, que tuvo una trayectoria pública tan dilatada que fue transversal a tres regímenes (república, dictadura y democracia), se le recuerda por una única aportación a la teoría de las explicaciones de crisis de gobierno: "Aquí pasou o que pasou". Ahora que remite la fiebre municipal, salvo calenturas localizadas, es hora de analizar una emergente contribución gallega a la práctica política: las cenas.

Del uso político en Galicia de comidas, banquetes y merendiñas hay abundante literatura, en su inmensa mayoría denigratoria (lo que no le ha restado ni un ápice a su expansión). Pero sobre las cenas como elemento catalizador de trasacuerdos o inhibidor de pactos no hay nada escrito. Y no será porque no hayan proliferado estos días. Sin salir del hinterland de A Coruña, se contabilizan dos cenas secretas, otra pública y una cuarta mítica (es decir, que la gente cree en ella, se haya celebrado o no). La primera fue la que reunió al alcalde socialista de Cambre con el jefe de la oposición del PP, en ausencia del socio nacionalista del primero. Sólo fue para analizar la situación del municipio, según justificaron a posteriori a la prensa y al ausente. La segunda, la que mantuvieron un casi eterno alcalde sadense, el líder local del que fue su partido, un concejal solitario que antes apoyó a los rivales y ahora dudaba qué pedir y otro alcalde popular que estaba a mano. También dedicaron la velada a analizar la situación municipal.

La tercera y pública fue la que juntó al entonces alcalde provisional Javier Losada con el ya opositor efectivo Carlos Negreira, también con el objetivo de analizar. La cuarta es la que la sociedad coruñesa cree que celebraron un legendario ex alcalde, un candidato virtual que se presentó por otras siglas y otros emprendedores, sector civil. Fue mítica porque cumplía las tres condiciones que estableció Lévi-Strauss para los mitos: tratar de una pregunta existencial (¿es inevitable la entrada del BNG en el gobierno local), estar constituida por elementos contrarios (aunque sólo sea en teoría) y proporcionar la reconciliación de esos polos a fin de conjurar una situación de angustia (¿es inevitable, etcétera?).

Ignoro que pasó en esas citas, pero imagino que fueron momentos intensos de atracción entre fuerzas y emociones afines. Torrentes de pasión finalmente truncados por la fría voluntad de poderes superiores.

Fulano.Yo me quedaré aquí hasta que el acuerdo haya despegado.

Mengano. No, Fulano, no, ¿qué te ha ocurrido?, anoche dijimos...

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F. Anoche dijimos muchas cosas. Tú dijiste que yo tenía que pensar por los dos...

M. Pero Fulano, no...

F. Tú y yo sabemos que perteneces a Zutano, eres el impulso para que él siga adelante. Si ese acuerdo sale, y tú no estas con él, lo lamentarás.

M. Pero... ¿y nosotros?

F. Siempre nos quedará París, no lo teníamos, lo habíamos perdido, hasta que tú llegaste a Casablanca. Anoche lo recuperamos.

Bien, sustituyan París y Casablanca por lo que quieran (Sada, Cambre, A Coruña, el resto de los lugares donde ustedes saben que se han celebrado cenas, y yo no). Póngales las caras políticas que prefieran a la dulce y desgarrada Ilsa y al duro pero no menos desgarrado Rick, y ya puestos, imaginen qué otros asistentes pueden interpretar al simpático capitán Renault ("Dejémoslo en diez. Soy un oficial corrupto, pero pobre"). De grandes cenas están las futuras desavenencias municipales llenas. sihomesi@hotmail.com

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