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Reportaje:

Laporta baja de la nube

El presidente del Barça admite graves problemas de disciplina en el vestuario y anuncia mano dura

Àngels Piñol

Joan Laporta, el presidente del Barça, anunció ayer que a partir de la próxima temporada el club aplicará con rigor un código de disciplina interno que no tolerará ningún comportamiento que se aleje de la profesionalidad exigible. En un tono duro y en un discurso formalmente impecable, Laporta no rehuyó su responsabilidad sobre lo ocurrido -"tenemos muy claro qué ha pasado y por qué ha pasado: hay jugadores que se han extralimitado"- y reconoció que la institución se ha dejado arrastrar en un año que acabó prácticamente en blanco -la Supercopa española y la Copa Cataluña son los únicos títulos alcanzados- "por la inercia de la autocomplacencia". La renovación de la plantilla será "ilustrativa", pero las principales piezas no se tocan y menos el entrenador, Frank Rijkaard. El presidente fue tajante en ese sentido ante la pregunta de un periodista italiano: "Ronaldinho y Eto'o se quieren quedar. Queremos que sigan muchos años con nosotros. No están en venta".

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Fracasado el modelo de las relaciones humanas -simbolizado en la oficina de atención al jugador- y la confianza en el talento y la buena voluntad del colectivo, la directiva del Barça ha bajado de la nube y recurrirá a la disciplina por todos "los problemas graves" que se han sucedido. La junta aliviará así la respuesta de Rijkaard, que detesta la manu militari porque ni quiso castigar a Eto'o cuando le llamó "mala persona", ni enderezó a Ronaldinho, ni sancionó al brasileño y a Deco cuando llegaron tarde de las vacaciones e incluso se comportó como un padre con Motta cuando no apareció un día en el ensayo. Otra cosa distinta será si la misma directiva concede al entrenador los instrumentos necesarios para que ningún jugador se salga del camino marcado por Laporta: "El de la ilusión, el compromiso y la profesionalidad". Pese a que no se sabe mucho de las medidas a tomar, la junta exigirá a partir de ahora que todos los actos del club sean de obligado cumplimiento y extremará la coordinación entre los médicos y los preparadores físicos para calibrar el estado de forma de los jugadores.

El viaje debió de ser, mientras tanto, de órdago. Al tiempo que hablaba Laporta, la plantilla sobrevolaba el continente africano para jugar mañana un partido amistoso en Suráfrica. Laporta se negó a dar nombres en las bajas que se producirán y apeló a la "calidad humana" de los futbolistas afectados para que no se aferren a su relación laboral si están entre los prescindibles. Todos, salvo Saviola, tienen contrato en vigor. El presidente concretó, eso sí, que su idea es fichar a un lateral izquierdo, un central, dos centrocampistas y dos delanteros.

Acusado siempre de ser arrogante, Laporta realizó la autocrítica más profunda que ha hecho de su gestión desde que asumió la presidencia, en junio de 2003. "Todos somos responsables de lo ocurrido", proclamó el presidente, que concretó que tanto Txiki Begiristain, director deportivo, como el entrenador le informaron de lo sucedido y que no se tomaron medidas por entender que la situación no era tan grave. Unos y otros creyeron en la reacción. Su principal error es que, más que como directivos, se comportaron como aficionados. "Estábamos en una nube y nos dejamos arrastrar por la autocomplacencia. Éramos campeones de Europa y en Mónaco, en la Supercopa de Europa, nos dieron el premio al mejor defensa, al mejor delantero... Luego, perdimos la final del Mundialito. Más tarde, la derrota en la Champions podía pasar porque ningún club la ha ganado dos años seguidos. Ya estábamos en esa dinámica", subrayó, "pero éramos líderes. Los máximos goleadores, los menos goleados. La derrota en la Copa fue muy dolorosa. No calibramos la gravedad de todo".

Y el retrato que queda del plantel es el siguiente: Laporta dijo que "se quitaba el sombrero" ante algunos de sus jugadores; que no tenía nada que recriminar a otro grupo, pero que había un tercero que no había estado a la altura deseada. "La ropa sucia la vamos a lavar en casa", avisó, por enésima vez, para no tener que señalar a nadie. En un momento de debilidad, sin embargo, afirmó que los futbolistas tienen "una vida difícil por el dinero que ganan y su situación envidiable": "Sigo pensando que su vida exige un sacrificio más allá de la fama y del dinero que ganan. Pero alguno se ha extralimitado. Todos oímos rumores, pero no puedo actuar en función de ellos".

Arropado por buena parte de su directiva, Laporta, que ejerció de fiscal más que de abogado, insinuó su profundo desencuentro con el ex directivo y cuñado Alejandro Echevarría, íntimo amigo de muchos jugadores. Pese a que el club desactivó la oficina de atención al jugador tras la marcha de Echevarría y el despido de Juanjo Castillo, amigo sobre todo de los brasileños y del ex vicepresidente Sandro Rosell, Laporta negó con vehemencia que ésa fuera la raíz del mal. "¿Cómo es posible que no supiera lo ocurrido sabiendo la relación que tiene su cuñado con los jugadores?", se le preguntó. "Esa oficina la dirige Carlos Naval [delegado del equipo], pero Echevarría no es ni directivo, ni responsable ni tiene ningún tipo de representación".

Joan Laporta, ayer en su conferencia  de prensa.
Joan Laporta, ayer en su conferencia de prensa.TEJEDERAS

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