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Columna
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Rita y el puerto

Miquel Alberola

El empresario suizo Ernesto Bertarelli, dueño de los derechos de la Copa del América, acaba de lanzar un serio aviso para navegantes. Desde su punto de vista, el puerto industrial constituirá un serio problema en el futuro para el puerto deportivo (el Port America's Cup, que tanto ha llenado la boca de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, y que tanto esplendor mediático y electoral le ha dado). Para Bertarelli, Valencia posee un gran potencial para el turismo de alto nivel, pero la ampliación del puerto, con sus impactos y su penetración en el mar, estropeará esa expectativa, por lo que no está nada claro que, en caso de que el Alinghi gane el desafío, la ciudad repita como sede. Por si acaso, ya ha decidido que las prerregatas se desplacen a Dubai, lo que aleja de Valencia el beneficio del impacto turístico correspondiente. Bertarelli (como antes ya habían hecho varios especialistas en urbanismo) ha situado a Rita Barberá ante su propia encrucijada. Sin duda, la alcaldesa ha apostado por la apertura de la ciudad al mar, lo que se ha traducido en la celebración de la Copa del América en Valencia y, al margen de quién haya puesto el dinero, en la adecuación de la dársena al uso deportivo y urbano, que tan gran impacto psicológico ha tenido. Pero Barberá no ha dado el paso definitivo que comporta esa apuesta, y que es el que le reclama ahora Bertarelli cuando afirma que Valencia debe abordar una nueva etapa si quiere convertirse en un enclave turístico de alto nivel. La alcaldesa ni siquiera se ha tomado en serio las recomendaciones del Plan Litoral para que el puerto industrial no crezca más en Valencia, pudiendo hacerlo en Sagunto sin perder operatividad ni volumen de negocio. Se ha limitado a trazar una efímera línea hacia el mar consciente de que acabará chocando contra la empalizada de contenedores de China Shipping, que es donde termina el sueño de los bocetos de Jean Nouvel y Meinhard von Gerkan sobre la futura marina Rey Juan Carlos I. La alcaldesa, o no se ha planteado desde la globalidad qué tipo de ciudad tiene que ser Valencia (con sus potenciales, alternativas, ventajas e inconvenientes) o, por el contrario, está dejando el futuro diseño urbanístico de la ciudad en manos de las compañías consignatarias marítimas. Tiene la responsabilidad de decidir si esta ciudad debe incorporar el frente marítimo a su paisaje urbano y abrirlo al turismo o, si por el contrario, debe ser una explanada para apilar contenedores. Las dos opciones generan economías y poseen su estética. Pero no son compatibles. Hasta Bertarelli se lo está diciendo.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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