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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El huerto escolar

Como profesora del colegio público San Agustín de La Orotava (en el norte de Tenerife), me dirijo a su comunidad educativa y a la sociedad en general en un intento, algo desesperanzado, de que las palas y el cemento no arrasen y sepulten para siempre el huerto de los niños. Nos lo quieren quitar, lo quieren destruir (igual que se ha hecho y se hace con este valle) construyendo; construyendo lo que sea: hace un par de años nos decían que había que levantar un aula de informática; ahora que, además, se necesita un aula de idiomas; el año que viene (¿por qué no?) quizás haya que ampliar el despacho de la directora. Lo que sea, lo que sea, con tal de especular sobre un pedazo de tierra que parece una tarta para los profesionales de la gestión y para el dinero que se mueve por detrás.

Pero por debajo de los administradores y de sus intereses -no se olvide- está el interés, el aprendizaje y el disfrute de los niños, que hasta hoy han sido sus verdaderos dueños y beneficiarios. Ni una vez, ni una sola vez desde el año en que se aprobó el proyecto del huerto escolar, me ha dicho ningún alumno que no quisiera bajar a limpiar rastrojos, a sembrar, a regar, a cavar la tierra, a recoger los pimientos o las lechugas. Nunca. Y, sin embargo, parece que a la Administración (empezando por la dirección del centro y por el Ayuntamiento del pueblo) le apestan las azadas y los rastrillos.

Y, claro, para hacer tragar lo intragable -ya se sabe- no queda más remedio que ampararse en la mentira: dicen que, si no hay otro sitio, tendrá que ser sobre el suelo del huerto de los niños. Pero no es verdad: hay al menos otros dos espacios posibles en que ubicar la nueva edificación, y no habrá arquitecto ni experto medianamente honrado capaz de sentenciar por escrito y con su firma que sea ése el único lugar posible.

Llamo pues a las madres y a los padres de los alumnos, a los profesores, a los miembros del Consejo Escolar, a quienes conserven algo de razón y corazón en sus adentros a que no se dejen engañar, a que se nieguen, a que luchen contra la destrucción del huerto de los niños, que, diga lo que diga la ley, de verdad, de verdad, no tienen ni voz ni voto.

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