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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Empieza el baile de nuevos cargos

Es muy probable que a menudo los titulares de la Generalitat experimenten un gran regocijo al romper las quinielas mediáticas, e incluso las conjeturas de sus propios partidarios, cuando se trata de elegir o trastocar a su arbitrio los altos cargos políticos. Imagina uno al molt honorable y su círculo áulico tomando nota de cuanto se escribe y dice al respecto para, llegado el momento, dejar a todos con la cara a cuadros. Siempre podrá alegar el President de turno que los nombramientos más o menos insólitos responden a una lógica política que le es privativa.

Algo así acaba de acontecer con la decisión de situar a Milagrosa Martínez en la presidencia de las Cortes, rompiendo de este modo todos los pronósticos, incluso los aireados en el seno del PP, donde se postulaban candidatos que, además de sus notorios servicios al partido, estaban equipados de ciertas dotes intelectuales y retóricas adecuadas a esa poltrona que, no obstante su relevancia, ha tenido que aguantar en su reciente historia algún ocupante realmente lerdo e inane para tan alta representación y responsabilidad institucional. Sin duda el PP persevera en esa labor laminadora del prestigio de la Cámara, aunque en este caso concreto se nos escapan las razones de tal contumacia.

Menos sorprendente ha sido el relevo y reubicación de Esteban González Pons como portavoz del Grupo Popular en las Cortes valencianas. El compañero colegial del presidente tiene acreditadas aptitudes para ejercer de comodín y con la misma destreza hace un roto que deshilacha un zurcido. Acaba de transitar por la Consejería de Territorio y Vivienda, donde el gremio del ladrillar le recordará por el lírico discurso de la sandía, un sortilegio para sosegar a los ecologistas, pero que desazonó a los inmobiliarios. De todos modos, hay que consignar que de su paso por este departamento no se recuerdan maldades y de su próxima labor parlamentaria pueden anticiparse buenas dosis de amenidad e ingeniosos titulares de prensa. Ahora habrá que esperar, aunque con poca esperanza, a que consiga acabar la legislatura que acomete.

En el principal partido de la oposición, el PSPV, también se han producido acomodaciones, pero las elementales para afrontar el puente hasta las próximas elecciones generales. De nuevo hay que constatar que Ignasi Pla se ha limitado a los reajustes mínimos en su grupo parlamentario para llegar a las legislativas sin perder -más aún- los papeles. No obstante, el que se ha descrito como equipo de transición ha sufrido una sensible baja, como es la de Andrés Perelló, designado senador territorial, lo que le aleja por el momento de la brega diaria en el partido y le abre nuevos y más anchos horizontes en Madrid, donde sin duda exprimirá su agudo ingenio y aptitudes mediáticas. Ha sido, a nuestro entender, un justo premio a la lealtad.

En cuanto a la configuración del nuevo Consell no hay ni siquiera conjeturas apreciables, y menos todavía después de la salida de pata de banco que hemos comentado para la presidencia de las Cortes. Que algunos consejeros en ejercicio sean signos fijos en la quiniela -o por tal se les tiene- tampoco les blinda de seguridades a la vista de cómo han sido descolgados la secretaria regional del PP, la melindrosa Adela Pedrosa, y quien era portavoz del Grupo Popular, Serafín Castellano, que queda en expectativa de destino y con el alma en vilo. Francisco Camps no tiene hoy otra atadura que la plena de discrecionalidad, tanta que puede ser víctima del vértigo.

Y dos notas finales destinadas, respectivamente, a cada uno de los grandes partidos. En lo que concierne a los socialistas viene a cuento preguntar qué interés les guía para aplazar la sesión de investidura y prolongar el periodo de interinidad, aunque sólo sea una semana. En cuanto al PP, ahíto de victoria y votos como anda, abochorna comprobar la manipulación que sigue haciendo de RTVV, convertida cada día más en tronera sin posible réplica contra el presidente Rodríguez Zapatero. Las urnas dan el poder, pero no otorgan créditos democráticos ni éticos, como es evidente.

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