Un paseo agridulce por Berlín
De la plaza donde los nazis quemaron 25.000 libros al árbol de Federico III
El hotel Radisson se encuentra situado en la Karl Liebknecht Strasse, 3, de Berlín. Hace apenas unos años, esta zona pertenecía al Berlín Este, es decir, a la RDA. La sorpresa del visitante no se encuentra en la fachada, sino en su interior. Los mostradores de la recepción, así como la barra de la cafetería, rodean la base de un alto y gigantesco acuario que surge desde el mismo suelo y se alza hasta el techo. Es una sola pieza cilíndrica hecha de cristal, o de un material transparente similar. Miles de peces de colores vistosos, de tamaños diversos y familias diferentes se mueven parsimoniosamente sin sentirse molestados por el ajetreo de los clientes.
Mi habitación da sobre el río Spree y frente a un lateral de la Berliner Dom, la catedral protestante. El Spree es estrecho, una especie de canal repleto de compuertas. Si me asomo al pequeño balcón, veo un trozo de la Karl-Liebknecht Strasse y, también a mi izquierda, el Palast der Republik, en la otra orilla del Spree. El Palacio de la República albergó el Parlamento de la RDA. Ahora está siendo demolido tras una larga polémica ciudadana.
La avenida Unter den Linden, el enorme acuario del hotel Radisson, el memorial del Holocausto y una visita al museo que relata la convulsa historia alemana. El buen tiempo invita a deambular.
Ya en la calle me dirijo hacia Unter den Linden, atravesando el Schlossbrücke, renombrado durante la RDA como Marx-Engels-Brücke. Es uno de los pocos puentes antiguos sobre el Spree que, milagrosamente, no sufrieron las consecuencias de la II Guerra Mundial. Unter den Linden, la avenida Bajo los Tilos, está de nuevo presidida por la estatua ecuestre de Federico el Grande. Enfrente se encuentra el Deutsches Historisches Museum. Al bello edificio barroco de la antigua armería se le añadió este nuevo en su parte trasera. I. M. Pei es el artífice del delicado diamante arquitectónico. Las numerosas salas están repletas de documentos, libros, pinturas, esculturas, armas, ropas, maquinaria civil y militar. Allí se encuentra, por ejemplo, el retrato de Martín Lutero realizado por Lucas Cranach el Viejo en el año 1529.
Pero el verdadero motivo de mi visita se centra en la curiosidad que tengo por ver cómo Alemania -un país por quien siento una especial devoción- explica su historia más reciente. Historia rica en cultura y desastres. Salas y salas muestran la variopinta vida cotidiana de los diferentes siglos, hasta que llego a aquellas otras donde se interpreta el pasado siglo XX. El mea culpa germánico está aquí justificado por el militarismo, las graves crisis económicas y el embaucamiento de las masas llevado a cabo por falsos mesías. Me detengo ante la gran mesa de despacho de Hitler y su gigantesco globo terráqueo. Un soldado ruso le pegó un tiro al espacio ocupado por Alemania y la hizo desaparecer del mapa. Sólo quedó al aire el soporte de latón. La bala salió por las antípodas. Alemania quedó borrada por varias décadas y también Berlín. En una vitrina hay un busto grande y rechoncho de Mussolini y otro más pequeño de Franco flanqueado por banderas y bandos falangistas. Aquí nadie duda de a qué ideología pertenecía el dictador.
Me impresiona contemplar cómo todo un periodo esencial de la historia de la humanidad queda reducido a unos pocos metros cuadrados. No lo comento porque aquí esté mal contado -al contrario-, sino porque los periodos históricos en el conjunto de la humanidad son apenas una gota de agua en la mar oceánica. Aún da miedo pasearse entre banderas nazis, carteles y panfletos antijudíos, uniformes e impedimenta militar y de partido. Da miedo escuchar los discursos de Hitler. No menor impresión causa la ratonera en la que se vivió durante la República Democrática Alemana. Este otro campo de concentración ideológico y social perduró muchos más años que el infierno nazi. El magnífico filme La vida de los otros lo narra perfectamente.
Visión idílica de una plaza
Salgo a la calle y avanzo hacia Pariser Platz. A mi derecha se alza la Neue Wache de Schinkel. La Universidad de Humboldt está justo al lado. Frente a la Humboldt está la Staatsoper Unter den Linden. La ópera es un edificio neoclásico, restaurado varias veces debido a los incendios. Atravieso la avenida y ya estoy en Bebelplatz, antes conocida como plaza de la Ópera. Los inmuebles que la rodean le dan un aire romano; sobre todo, destaca la catedral católica de St. Hedwig, hecha a imagen y semejanza del Panteón de Roma.
La visión de esta plaza, así como la de los edificios que la componen y los que están más allá, en la otra orilla de Unter den Linden, es idílica. Sin embargo, aquí mismo, el 10 de mayo del año 1933, la Opernplatz fue testigo de uno de los actos más ignominiosos de la historia de la humanidad: la quema de más de 25.000 libros. Muchos fueron saqueados de la cercana Alte Bibliothek, la biblioteca real, un bellísimo edificio barroco semicircular que ahora es la Facultad de Derecho de la Humboldt. La Bebelplatz recuerda este suceso con un discreto monumento. No está elevado sobre su superficie, sino bajo el nivel de la misma.
Un cristal translúcido pegado al pavimento permite ver una sala repleta de estanterías vacías. El autor, Micha Ullman, que lo ideó en el año 1995, incluyó unas premonitorias palabras del poeta judío alemán Heine: "Allí donde ardan los libros, acabará por arder el pueblo". Así pasó. Piso el cristal y me arrodillo para contemplar la triste visión. ¿Monumento a un terrible pasado? ¿Monumento todavía al presente y al futuro? ¿Se metamorfoseará con el tiempo esta instalación en un homenaje al final de la era de Gutenberg?
Después de irme cruzando con comercios, restaurantes, hoteles reconstruidos como el Adlon y embajadas, llego a la Pariser Platz. Desde aquí subo por la Eberstrasse para llegar a la plaza de Potsdam. Me desvío un rato para perderme en el Memorial del Holocausto. En la Stresemannstrasse, entre las calles de Köthener y Dessauer, se encontraba el hotel Askanischer Hof, donde se alojó Kafka durante sus estancias en la ciudad que más amó. Allí tuvo sus encuentros con Felice Bauer, la novia con la cual rompió su promesa matrimonial.
Me pierdo por las nuevas calles y los nuevos edificios sin olvidarme de la verdadera meta de mi paseo berlinés, que se encuentra en Potsdamer Strasse. No es un edificio antiguo ni moderno y apenas destaca entre la Biblioteca Nacional, el Museo de Instrumentos Musicales, la Filarmónica, la Sala de Música de Cámara, la Nueva Galería Nacional de Mies van der Rohe o la iglesia de San Mateo, de estilo neorrománico, salvada de los bombardeos. Es simplemente un árbol. Un plátano que tiene una altura de 11 metros, un diámetro de copa de 8 metros y una edad de más de 160 años.
En una pequeña placa se dice lo siguiente: "Fue plantado con ocasión de la boda del príncipe heredero Federico Guillermo (más tarde, Federico III)". Siempre que vengo a Berlín lo visito. Y lo hago como si fuera a un templo. Bernardino de Saint-Pierre pone en boca de Plinio esta frase: "Los árboles fueron los primeros templos de los dioses". Ahora es un árbol más entre otros recién plantados por toda la avenida, aunque él sigue solitario, en medio de la acera, sin que nada resalte su valor. ¿Cómo pudo sobrevivir a los bombardeos? ¿Cómo no fue cortado para hacer leña con él en los momentos más terribles de penuria? ¿Cómo lo respetó el muro?
Este plátano es quizá el único justo que quedó en Berlín para testificar que la humanidad, a pesar de sus crímenes, aún debía continuar existiendo. Tocándolo es como si tocara al propio misterio.
César Antonio Molina es director del Instituto Cervantes.
GUÍA PRÁCTICA
Cómo ir- Iberia (902 400 500; www.iberia.com). Ida y vuelta a Berlín desde Madrid, a partir de 158,55 euros, tasas y gastos incluidos.- Air Berlín (www.airberlin.es; 902 32 07 37) vuela a Berlín desde varias ciudades españolas; por ejemplo, desde Barcelona, ida y vuelta, a partir de 99 euros, precio final.- Easyjet (www.easyjet.com; 807 26 00 26). Ida y vuelta a Berlín desde Madrid, a partir de 75,98 euros. También vuela desde Barcelona, Palma de Mallorca y Málaga.Información- Turismo de Berlín (00 49 30 25 00 25; www.berlin-tourist-information.de).- www.berlin.de.- www.alemania-turismo.com.
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