Asalto al móvil
El progreso no se detiene, como viene a demostrar esa nueva publicidad que salta en los teléfonos móviles de los confiados ciudadanos llamada publicidad por proximidad. Consiste tal modalidad en disponer en un punto cualquiera -cerca de un establecimiento, de un banco o en una instalación pública- un artefacto electrónico que identifica los móviles que pasan por los alrededores con el bluetooth conectado; entonces, en el mejor de los casos, envía un mensaje al aparato identificado preguntándole si desea recibir publicidad de una marca; si la respuesta es afirmativa, manda el mensaje correspondiente. En el peor de los casos, simplemente envía el mensaje sin consentimiento previo.
El ciudadano se enfrenta a un caso de publicidad invasiva y abrumadora, porque no se trata de un SMS al uso, que requeriría el conocimiento previo del número del móvil, sino de un asalto en toda regla. Como tal, debería ser regulado por ley y controlado para que no moleste a los usuarios. El secretario de Estado de Telecomunicaciones, Francisco Ros, advirtió ayer que se redactará una ley para ordenar la publicidad de los móviles. Ya tarda, porque entre SMS no deseados y las invasiones de proximidad, los teléfonos celulares se convertirán en breve en otro depósito inutilizado por spam.
Esto, desde el punto de vista del consumidor. Para las empresas es, faltaría más, una oportunidad de negocio. Nada que objetar mientras se respete escrupulosamente el derecho del viandante a no recibir publicidad indeseada. Aunque eso cueste dinero a las compañías. Con eso es suficiente. Eso o que los teléfonos disponibles para SMS publicitarios y anuncios invasivos perciban una remuneración por soportar el asedio. Aunque sea en forma de rebaja de tarifas.
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