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Tribuna:LA RESACA DEL 27-M
Tribuna
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Derrota

En el PSPV se insiste con mucha vehemencia en que el resultado electoral es consecuencia del estado de hipnosis al que la sociedad ha sido conducida por el Partido Popular. Sin embargo, lo que de ningún modo se le ocurre pensar a la izquierda es que ella misma pudiera vivir instalada en un espejismo. Lo sucedido el pasado domingo en la Comunidad Valenciana tiene una explicación tan obvia que puede producir incluso cierta irritación a quienes consideran que la sofisticación es un ingrediente esencial del análisis.

Mientras que el Partido Popular aprehende sin variaciones las apetencias de la gente y no aspira a sublimar la voluntad social, el PSPV construye su discurso clavando el termómetro en el centro nervioso de todos los ismos. El PSPV ha confundido sus legítimos compromisos de lucha con argumentos de movilización electoral, ha extrapolado a la sociedad sus anhelos ideológicos, y la sociedad ha reaccionado con extraordinaria frialdad.

Por el momento la claridad de la derrota no está siendo proporcional a la profundidad de la reflexión sobre sus causas. A nadie he oído -por ejemplo- decir que la propaganda del Partido Popular pudiera resultar menos lesiva para los intereses de nuestro partido que sus propios modos de organización interna. No nos engañemos, nada ha perjudicado tanto al PSPV como sus continuas componendas fontaneras, su clamorosa endogamia y su escasa predilección por el talento. Al mismo tiempo sigue sin asumirse la necesidad de incorporar al método político los componentes indispensables del trabajo moderno: la planificación estratégica, el marketing social, el sentido de la logística o el culto a la eficiencia.

Los partidos políticos que son alternativa de gobierno no pueden conformarse con adoptar posiciones éticas. Además de eso tienen que conquistar objetivos estratégicos y cuando no lo hacen el fracaso alcanza hasta la parte más fundamental de su esencia. El estado de ánimo no puede ser en estos momentos la autocomplacencia por haber tenido mejor cualidad y peor reconocimiento que nuestro adversario. En el actual panorama de las cosas se impone a la izquierda una nueva clase de pragmatismo radical. Por supuesto que eso no significa renunciar a la parte más noble de nuestra ideología, pero sí una redistribución del énfasis y de la visibilidad de las diferentes partes de nuestro discurso. Esta es la única vía para salir con vida del nuevo escenario que ha dibujado la claridad epistemológica de los hechos.

De ningún modo estamos autorizados a pensar que la gente ha votado al Partido Popular por llevar imputados en sus listas. Antes bien es preciso reconocer que otros elementos del discurso popular han sido lo suficientemente sugerentes como para conducir a más de un millón de electores a elegir esa opción a pesar de ello. Antes de echar la culpa a la sociedad hay muchos otros elementos de responsabilidad interior sobre los que debemos conjuntamente meditar. Además, si concluimos que la sociedad es estúpida o inmoral, nada nos honraría más que renunciar a nuestro propósito de servirla.

No podemos permitir que nuestro paso a la segunda división se resuelva en un estado de indigestión improductiva y silenciosa, entre otras cosas porque eso sería la garantía de nuestro paso a la tercera.

Carlos González Triviño es secretario de Estudios del Grupo Municipal Socialista del Ayuntamiento de Valencia.

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