El Sevilla se desinfla
El cuadro de Juande Ramos, sin fuelle, pierde la ocasión de hacerse con el liderato al empatar en Mallorca
Las piernas le fallaron al Sevilla en el momento más delicado del campeonato. Las ausencias de Kanouté y Kerzhakov mermaron el ataque del cuadro de Juande Ramos, con el depósito casi vacío después de una campaña extenuante. La oportunidad de oro que tenía de llevarse los tres puntos a la buchaca y tocar con los dedos la Liga se esfumó. Empató, como el Madrid y el Barça. Lo aprovechó el Mallorca, que tuvo en las piernas de Arango dos ocasiones que ni pintadas. Sobre todo la que lijó la escuadra de Palop a la media hora.
Sin aire en los pulmones, el Sevilla tiró de casta. Guardó la posición y más o menos controló los contragolpes baleares. Al principio, Manzano mandó a su gente a lo más profundo de la cueva. Al final les quitó el corsé de encima y se dedicaron al libre albedrío. Un resumen de lo que ha sido la temporada del Mallorca, salvada con una segunda vuelta notable.
MALLORCA 0 - SEVILLA 0
Mallorca: Moyá; Héctor, Ballesteros, Nunes, Navarro; Varela (Trejo, m. 70), Pereyra, Ibagaza, Jonás Gutiérrez; Víctor (Maxi López, m. 66) y Arango. No utilizados: Prats; Dorado, Ramis, Basinas y Tuni.
Sevilla: Palop; Alves, Javi Navarro (Chevantón, m. 56), Dragutinovic, Hinkel (Maresca, m. 46); Poulsen, Martí; Adriano (Escudé, m. 9), Renato, Puerta; y Luis Fabiano. No utilizados: Cobeño; Aitor Ocio, Dragutinovic, Navas y Duda.
Árbitro: Iturralde González. Expulsó a Dragutinovic (m. 72) por doble amarilla. Amonestó a Javi Navarro, Ibagaza, Palop, Alves, Héctor y Luis Fabiano.
15.000 espectadores en el Ono Estadi.
Puerta firmó la mejor ocasión, con un disparo colocado que Moyà salvó con el meñique
Las ausencias de Kerzhakov y Kanouté mermaron el ataque sevillista
Invitado de lujo en el baile, el Sevilla se sobrepuso como pudo. Sobre todo al infortunio. Si Hinkel tuvo que reemplazar a Navas, que se lesionó en el calentamiento, Escudé entró por Adriano, con un pinchazo en la pierna, a los 10 minutos. Salvo los arabescos de Ibagaza, el fútbol de trinchera se impuso. El Caño combinó con criterio, a las bandas, al primer toque. Jonás Gutiérrez también estaba en todos los sitios.
El Mallorca se gustaba, mientras Luis Fabiano, un náufrago en los dominios de Moyà, se desgañitaba. A su lado, Ballesteros parecía un mariscal de campo. En ningún momento el Sevilla apretó los higadillos de un equipo que, salvo el orgullo, no se jugaba nada. Sólo un par de disparos lejanos de Alves al muñeco dieron algo de trabajo a Moyà. El que no paró de trajinar fue Palop. No tuvo respiro. Le chutaban desde 25 metros, le caían los centros desde la línea de fondo, le apretaron en las jugadas de rechace... La línea defensiva del Sevilla, el muro de Javi Navarro y Dragutinovic, hizo concesiones. Sin terminar de descomponerse, pero más de la cuenta. La aparición de Maresca alivió al Sevilla. El medio italiano firmó la mejor ocasión de su equipo en todo el partido: entró en el área, quebró a todo el que se le puso por delante y, con una frialdad de delantero centro, colocó el cuero. Moyà salvó los muebles con el meñique de su mano izquierda.
Fue un espejismo, confirmado por la expulsión de Dragutinovic. El Sevilla, contra pronóstico, cuando peor lo tenía, cargó con todo. Emergió el espíritu espartano que le ha dado tantos éxitos en los últimos años. Pero otra vez, el Mallorca se comportó como una piedra en el zapato del conjunto andaluz. En enero, los baleares ya habían impedido que el Sevilla tomara el liderato ganando inesperadamente en el Sánchez Pizjuán. La historia se repitió, seis meses después, en el Ono Estadi. La dinámica del encuentro se planteó desde el mismo inicio. El Sevilla, acomplejado pero con mucho que ganar, se abalanzó sobre el área rival con Alves creando mucho peligro como engranaje. El Mallorca se confió a la solvencia de sus defensas, le puso una velita a Ibagaza y afiló las bandas, con la intención de buscar espacios a la espalda del rival. Lo cierto es que, a la media hora, el bagaje ofensivo ya era sustancialmente favorable a los baleares. Todo, eso sí, disparos lejanos.
Un primer susto les llegó al filo del descanso, cuando Palop tuvo que derribar en el vértice del área a Arango, que llegaba solo y en carrera. Los locales reclamaron la expulsión, pero Iturralde se limitó a mostrar la amarilla, al interpretar que el delantero venezolano no se dirigía hacia la portería en el momento de la entrada.
El tiempo de descanso no sirvió para que el Sevilla se quitara el miedo del cuerpo. Al inicio de la segunda parte, y cada vez con más espacios, el Mallorca desperdició un gol cantado. Víctor se lió con el control cuando estaba ante las mismas redes y con Palop vencido. Embotellados, los de Juande se dejaron llevar por los nervios y el partido se abrió. Hizo de las suyas el ex bético Varela, que pidió penalti cuando, aparentemente, la mano de Dragutinovic desvió su disparo. Y aparecieron los porteros. Moyà, respondiendo ante Puerta en una ocasión clarísima; Palop, sacando los balones envenenados de un Mallorca volcado arriba.
Lo que empezó como un encuentro prometedor se había convertido en un duelo espectacular y disfrutable. Únicamente faltaban los goles, por más que los buscaban con ganas Arango, Trejo y Renato. Pero, lo que son las cosas, mientras el juego bullía en Son Moix, el tren de la Liga se escapaba para el Sevilla. Al final el reparto de puntos no le valió, aunque las tablas de Madrid y Barcelona aún le conceden una mínima esperanza.
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